Viernes, 22 de noviembre de 2024

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De un niño mendigo en Buenos Aires

por Luis Antequera

 
            No había visto nunca nada igual, pero evidentemente, en Buenos Aires es un hecho común que a nadie sorprende en modo alguno y que todos asumen con cotidianeidad. Iba en el metro (el subte de los porteños) y al abrirse las puertas en una estación cualquiera, entró un niño de unos ocho años de edad. Iba presentando su mano abierta y amigable a las personas, brindándola para estrecharla. Algunos rechazaban la invitación y se lo daban a entender con un gesto de los ojos, un movimiento de cabeza o hasta de la más explícita de las formas con la boca. Otros por el contrario, sí aceptaban la oferta, en cuyo caso, si eran hombres le recogían la mano tendida, y si eran mujeres al enlazado de manos acompañaban un beso en la mejilla. El niño entonces les dejaba una hojita con un texto escrito y pasaba al siguiente pasajero, con parecida proposición. Cuando hubo repartido todas sus estampitas en el vagón, volvió para recogerlas, encontrándolas, como ya se habrán imaginado Vds., inseparablemente unidas a una monedita.
 
            Mis primeros pensamientos se relacionaron, como no podía ser de otra manera, con las preocupaciones que embargan a este prepotente primer mundo convencido de que sus preocupaciones son las del mundo entero, y de que no hay más planteamiento posible de la cuestión que las que aquí nos hacemos: la higiene de un “beso sin condón” repartido al primero que te lo pide por la calle; la conveniencia o inconveniencia de responder a la provocación aportando una limosna, con lo que ello tiene de promoción de la mendicidad infantil...
 
            Al día de hoy, cuando hago balance de los días pasados en ella, puedo decirles que la escena se halla entre las que más impacto ha dejado de mi fugaz visita a Buenos Aires, mi Buenos Aires querido, una de las ciudades más bonitas e interesantes de Hispanoamérica y del mundo entero, la única probablemente, en la que puede Vd. comprar flores a cualquier hora del día y en cualquier día del año: o darle una limosna a un niño que le ha ofrecido la infantil carita para depositar en ella un beso.
 
 
 
 
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