Padrenuestro de una madre con cancer (I).
por Juan del Carmelo
El 16 de febrero de este año RenL, publico la siguiente noticia.
“El pasado domingo 13 de febrero murió Soledad Pérez de Ayala, más conocida como Sole, tras cinco años padeciendo un cáncer. Era madre de familia y profesora titular de Filología Inglesa de la Universidad Complutense (Madrid). Ha vivido su vida cristiana como congregante mariana en “Mater Salvatoris".
Y Hace unos días, he recibido de una lectora un impactante testimonio de la fe y valentía de Soledad Pérez de Ayala, que desde la casa de Nuestro Padre, estará ya intercediendo por todos nosotros y muy en especial por esos tres pequeños que se han quedado huérfanos de madre, y por su marido, hermana y toda su familia. Es muy duro esto, para nosotros que solo tenemos conocimiento de ello y no lo hemos vivido, pero para Soledad, tuvo que ser un Calvario, que ahora ya para ella, ha pasado y está recogiendo los frutos de este Calvario.
Glosas, sobre el “porqué del sufrimiento humano”, ya he escrito varias, pero no es este el momento de extenderme sobre este tema, sobre el cual siempre he visto que tiene un extraño nexo de unión con la felicidad. Ahora es el momento de callarme y leer, lo escrito por una pluma más autorizada y ya santificada con la corona de su triunfo:
“Desde hace 3 años largos peleo con una enfermedad que me dicen que es incurable pero yo sigo ahí para adelante. El motor por supuesto es el Señor. Hay dos elementos que me mantienen con vida por este orden, la oración y la quimioterapia. Mientras haya quimioterapia, me dicen, mientras haya tratamiento te seguiremos dando y yo digo, muy bien pero es más importante la oración. Por supuesto que la mía pero sobre todo la vuestra, la de los que me rodean y la de toda la gente que me quiere.
¿Qué les digo? Yo pensaba ¿Qué les voy a decir? Porque creo que vosotros tenéis más experiencia vital, más experiencia de oración o me podrías contar vosotros tantas cosas a mí. Pero luego es verdad que pienso, que el Señor nos da una experiencia a cada uno, un camino a cada uno y que es único e irrepetible y que muchas veces con la cruz que nos da, nos da también una gracia especial para admirar la belleza de cada una de nuestras circunstancias. Y eso es lo que yo trato de transmitir, la belleza de mi cruz que es una enfermedad un poco difícil. Ahora llevo un mes difícil, con una quimioterapia difícil. Ayer cuando me levanté por la mañana enfadadísima porque me iban a dar una quimio nueva yo no la quería, le dije: “Señor me he cansado, ya no me des más quimio que yo ya me voy contigo”. Antes de ir al médico me había dado ánimos nuevos, y me había dado otra vez mi alegría y nada, dije: “pues vamos a seguir con la quimioterapia”.
¿Por qué no comentaba el Padre nuestro a la luz de la enfermedad? Así que nada ahí voy. Es la oración que todos rezamos todos los días. He cogido el evangelio para ver el contexto en el que el Señor nos dio esta oración, esta oración para todos, para los sanos y para los enfermos también nos lo dio. “Al rezar, no habléis a destajo como lo hacen los gentiles pues se creen que gracias a su palabrería van a ser escuchados. Por tanto no os parezcáis a ellos, que antes de pedírselo vosotros, vuestro Padre sabe de qué tenéis necesidad así que vosotros rezad así. . .”
El Padre como no va a saber de qué tenemos necesidad. Muchos de vosotros, supongo que casi todos tenéis experiencia de paternidad, de hijos. Yo lo veo con mis niños antes de que se acerquen yo se lo que les pasa. Justo antes de venir han llegado del colegio y ya he estado 5 minutos con ellos y sabía que les tenía que decir: “Tú hoy no estudies, tú hoy no veas la televisión. . .”ya solo por la cara se les ves si están cansados, todo.
Empiezo por Padre, y en Padre me quedo. Ya en la primera palabra del padrenuestro me quedo y me hago niña y acepto y no entiendo. Muchas veces no entiendo pero acepto y confío en Ti, tus planes no los puedo comprender yo pero tampoco los niños entienden los míos. Mis niños, la mayor que tiene 11 años, muchas veces no entiende porque le mando hacer algo y lo hace, no tiene más remedio claro, entonces yo tampoco.
La distancia que hay entre mis niños y yo es tan pequeña, y sin embargo la distancia que hay entre Dios Padre y yo es tan grande que si mis niños no me entienden a mí como voy a entender yo los planes de mi Padre. Entonces busco las actitudes de mis niños que se convierten en mis 3 maestros de vida. Busco sus actitudes y la primera es una actitud de confianza. Yo confío en ti.
Ayer mi hija pequeña como todas las noches se vino a mi lado: “mamá cuéntame en un cuento” y me agarró del brazo. Entonces yo pensé, a ver Padre, ¿cómo puedo agarrarte yo del brazo? ¿Y Tú qué cuento me vas a contar? Yo le digo, cuéntame el cuento de la Vida, y el cuento de la Verdad. También con el Padre busco consuelo, igual que los niños buscan consuelo en su madre y en su padre. Estoy mezclando Padre y Madre, tantas veces hemos odio que Dios es Padre pero que es Madre también, que tiene las características de Madre. Claro yo como soy madre lo intento ver de esa manera. Busco consuelo, en el Padre me siento protegida, querida y confortada. Busco también su cercanía en el dolor, en la limitación, en la renuncia y trato de meterme hasta físicamente en los brazos del Padre. También como hacen los niños conmigo trato de comentar con Él lo que pasa cada día: hay días que me encuentro muy bien y entonces Señor pues que alegría hoy, “gracias porque me das fuerzas”, pero hay días de mucha tristeza también se lo cuento y también tengo días de dolor y hay días de decir, “hoy no puedo más”, y hay días de que entiendo nada, “Señor hoy no entiendo nada” y también se lo digo porque creo que también es una manera de estar con Él. Él es Padre y yo soy hija, me parece increíble.
Ayer mi hijo veía en la televisión que habían inaugurado una exposición de fotografías de todo el mundo en las que exploraban la relación de maternidad y paternidad, sobre todo madres con sus hijos, con sus bebés, y decían es una de las sensaciones más íntima, más profunda que puede haber. Esa sensación yo también la tengo con mi Padre y me parece increíble, es una relación íntima, es una relación cercana. A veces se me saltan las lágrimas. Cuando pienso esto y digo: “entonces, ¿por qué no me ahorras todo esto? Yo soy tu hija pequeña, soy tu hija más pequeña y si me quieres, ¿por qué no me lo ahorras?”.
Sabéis que me dice: “mira Getsemaní, mira la oración en el Huerto”, ¿por qué? Porque ahí está mi hijo. Veo al Señor, a Jesús, a nuestro Maestro de vida que es Hijo. Yo soy hija de Dios y Jesucristo es hijo de Dios. Es increíble que el Señor me permita llamarle igual que su Hijo Unigénito. Ahí en Getsemaní aprendo a ser hija, intento aprender a confiar, veo el dolor del Señor y veo la confianza, y aprendo a ver que mi vida tiene un valor igual que la cruz tiene un valor infinito, pues a lo mejor mi vida también tiene un valor. Aprendo a ver que soy de la familia y aprendo a ver que cuentan conmigo. Doy gracias al Señor por contar conmigo. Padre, gracias.”
Dada la longitud de este testimonio, se ha dividido este en tres partes. La continuación, de esta primera parte, puede leerse pasado mañana en la glosa del día 18 de abril de este año.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.