El Cardenal de Escocia tacha de anticristiana la política exterior británica
por Luis Antequera
En la presentación en Reino Unido del Informe sobre libertad religiosa de Ayuda a la Iglesia necesitada (Aid to the Church in Need), el Cardenal-Arzobispo de Saint Andrews y Edimburgo, Keith O’Brien, cabeza de la Iglesia católica en Escocia, ha acusado al Ministro de Asuntos Exteriores Británico, William Hague, de practicar una política exterior anticristiana, incapaz de proteger a los cien millones de fieles cristianos en territorios donde se practica la persecución religiosa.
Más concretamente, se ha referido a la reciente decisión británica de duplicar la ayuda a Pakistán a más de 445 millones de libras esterlinas sin exigir, a cambio, avances en lo relativo al respeto hacia los cristianos y otras minorías religiosas en el país, recordando que tres cuartas partes de toda la persecución que por razones religiosas se produce en el mundo va dirigida contra el cristianismo, y que el problema, lejos de resolverse, va a peor en veintidós de los treinta y cuatro países considerados problemáticos por lo que a persecución religiosa se refiere.
“Insto a William Hague a obtener garantías de los Gobiernos extranjeros antes de ofrecerles algún tipo de ayuda”, ha declarado el Cardenal escocés, mientras se preguntaba si en determinados lugares del mundo “el cristianismo podrá sobrevivir otra generación”.
El Cardenal O’Brien pone el dedo en la llaga cuando urge al Gobierno de su país a exigir contraprestaciones en términos de defensa de las minorías religiosas cuando de ofrecer ayudas a la cooperación se trata. La Unión Europea es la entidad política que más cantidad dedica en todo el planeta a la cooperación internacional, y en el actual estado de cosas, está no sólo legitimada, sino obligada, a utilizarla como arma capital para obtener el respeto de las minorías religiosas en el mundo.
El problema, una vez más, consiste en las dificultades existentes en Europa para reconocerse cristiana. Una dificultad que tiene entre sus primeras consecuencias, la lamentable indiferencia que exhibe hacia esos correligionarios en territorios conflictivos. Cuando no, como estamos observando también en España, o más bien, muy particularmente en España, el acoso de cristianos en los mismísimos países cristianos.
En ese sentido, es llamativo el papel que está desarrollando el Gobierno británico, constituido, curiosamente, por dos partidos de los que cabría haber esperado una mayor implicación en este terreno, el Partido Conservador y el Partido Liberal. A tales efectos, no está de más recordar las acusaciones que se multiplican contra el Primer Ministro británico, David Cameron, de anti-cristiano. Una acusación que le ha venido al Premier incluso por la parte de significados compañeros de partido, como Anne Widdecombe, ex ministra de prisiones en el gabinete conservador de John Major, quien en su día declaró:
“Ya va siendo hora de que el Gobierno [del Sr. Cameron] sea tolerante, cordial y abierto hacia los cristianos”.
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