Jueves, 18 de abril de 2024

Religión en Libertad

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La polémica protestante sobre el bautismo de infantes

por José Alberto Barrera

La reciente noticia de la declaración del papa Benedicto XVI sobre el bautismo de los niños no debiera ser interpretada como algo nuevo, sino como la confirmación de una práctica que se viene dando en la Iglesia Católica desde hace siglos, que se remonta a antes del Concilio de Cartago del 253.

Si bien es cierto que hubo momentos en la Iglesia en los que el bautismo no se administraba sino a catecúmenos que habían demostrado que estaban requeteconvertidos, se puede afirmar que es una tradición de lo más antiguo que ya se describe en los Hechos de los apóstoles, y como tal ha sido siempre reconocida.

Personalmente me resulta de lo más interesante estudiar las objeciones que algunos hermanos protestantes plantean al bautismo de infantes, pues me hacen profundizar en mi tradición católica y a la vez me hacen reflexionar sobre lo que celebramos.

La gran pega del protestantismo hacia el bautismo de niños es que no se puede recibir el don de la salvación que conlleva el bautismo sin un acto voluntario, consciente y libre de fe, por lo que un niño privado de conciencia no puede aceptar a Jesucristo.

Pocos protestantes saben que en el bautismo católico se salva esta dificultad mediante el sí que pronuncian los padrinos en lugar del bautizando, reconociéndose de esa manera la necesidad del acto de fe que propugnan los protestantes. La Iglesia nos enseña que la plenitud del bautismo nos viene con la Confirmación, pues ésta sí se da de una manera consciente y libre.

Independientemente de discusiones teológico-sacramentales, creo que es muy sano reflexionar sobre los requisitos que hacen válido un sacramento.

En la Iglesia en la que hemos crecido, se ha ensalzado tanto el valor objetivo del sacramento, que muchas veces sin quererlo se ha soslayado la dimensión subjetiva que debe acompañarlo. En otras palabras, se administra sacramentos a personas no convertidas, sin que den el necesario consentimiento de fe, y de ahí viene el escándalo protestante muchas veces.

Es por eso por lo que gente como José H. Prado Flores utiliza el concepto de evangelizar a los bautizados, lo cual para un protestante es un contrasentido, pero en la Iglesia católica actual tiene plena actualidad.

El problema está servido, pues ciertamente nos encontramos en el día a día con el inconveniente de la falta de fe y verdadera conversión de los bautizados, lo cual nos debiera hacer reflexionar sobre la “calidad” del bautismo que recibieron, el cual cuando menos se queda cojo en lo que se refiere a la necesaria dimensión subjetiva del mismo.  

En palabras del P. Raniero Cantalamessa O.F.M., esto es lo que ocurre hoy en día:

El bautismo es en muchos casos un sacramento "ligado", no a causa del pecado, sino a causa de la falta o de la debilidad de la fe, que constituye un requisito esencial. Fe y bautismo siempre han sido presentado juntos en el Nuevo Testamento: "Quien crea y se bautice será salvo".

 Cuando el bautismo era administrado a los adultos, después de una conversión y la aceptación explícita de Jesús como Señor, los dos factores actuaban juntamente, se realizaba una sincronización que encendía una gran luz en la vida de las personas, como cuando los dos polos, negativo y positivo, de la corriente eléctrica se ponen juntos.

Más tarde se difundió la práctica de bautizar a los niños. Pero por muchos siglos esto no implicaba un problema tan grave, porque viviendo en una sociedad y en una cultura inmersa en la fe cristiana, la Iglesia anticipaba la fe del niño, se hacía garante, en espera de que él mismo pudiera hacer su formal acto de fe personal. Familia, escuela, sociedad lo educaban - se entiende más o menos bien, según los tiempos y los lugares- en la fe.

 Pero desde hace un tiempo se sabe que la situación ha cambiado y que son siempre más numerosos los casos de personas bautizadas que no llegan jamás a completar el propio bautismo con el necesario acto de fe. El bautismo continúa siendo un sacramento "ligado".” (Ungidos por el Espíritu , Raniero Cantalamessa)

No quiero extenderme mucho más en este comentario, valga decir que efectivamente Cantalamessa pone el dedo en la llaga y creo que es una reflexión de lo más necesaria hoy en día, si queremos re-evangelizar la Iglesia en Europa y el mundo cristiano en general.

Que el papa ensalce el valor del bautismo no es óbice para recordar que el mismo necesita completarse a lo largo de la vida del bautizado, pues en caso de no hacerlo estaremos privando al que Juan Pablo II llamó “sacramento fundamental” de toda su potencialidad.

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