De la esclavitud en el Corán
por Luis Antequera
El Corán, como ya aseveramos en su momento, ni condena ni siquiera se cuestiona la institución de la esclavitud:
“Dios propone un símil: un esclavo, propiedad de otro, incapaz de nada, y un hombre a quien Nosotros [plural mayestático, Dios habla de sí mismo] hemos proveído de bello sustento, del que da limosna, en secreto o en público. ¿Son acaso iguales?” (C. 16, 75)
Establece sin embargo el Corán ciertas jerarquías, como aquélla en la que compara a los esclavos creyentes con las personas libres pero no creyentes:
“Una esclava creyente es mejor que una asociadora [=pagano, el que asocia ídolos a Dios], aunque ésta os guste más. No os caséis con asociadores hasta que éstos crean. Un esclavo creyente es mejor que un asociador, aunque éste os guste más” (C. 2, 221).
No obstante este “no cuestionamiento” del que hablamos, todas o casi todas las disposiciones existentes sobre el tema en el Corán se dirigen a mitigarla en lo posible, cosa que se propone a través de dos vías: ora la de suavizar las condiciones de vida del esclavo, ora la de fomentar las manumisiones en el mayor número de casos posible.
En la primera de las vías hallamos consejos como los siguientes:
“¡Creyentes! Se os ha prescrito la ley del talión en casos de homicidio: libre por libre; esclavo por esclavo, hembra por hembra. Pero si alguien le rebaja a su hermano la pena, que la demanda sea conforme al uso y la indemnización apropiada” (C. 2, 178).
“Casad a aquéllos de vosotros que no estén casados y a vuestros esclavos y esclavas honestas” (C. 24, 32).
“Si vuestras esclavas prefieren vivir castamente, no les obliguéis a prostituirse para procuraros los bienes de la vida de acá. Si alguien les obliga, luego de haber sido obligadas, Dios se mostrará indulgente, misericordioso” (C. 24, 33).
En la segunda de las vías, la de fomentar las manumisiones, discurren mandamientos como los siguientes:
“Extended la escritura [de manumisión] a los esclavos que lo deseen si reconocéis en ellos bien y dadles de la hacienda que Dios os ha concedido” (C. 24, 33).
“Un creyente no puede matar a otro creyente, a menos que sea por error. Y quien mate a un creyente por error deberá manumitir a un esclavo creyente y pagar el precio de sangre a la familia de la víctima, a menos que ella renuncie al mismo como limosna. Y si la víctima era creyente y pertenecía a gente enemiga vuestra, deberá manumitir a un esclavo creyente” (C. 4, 92).
“Dios no os tendrá en cuenta la vanidad de vuestros juramentos, pero sí el que hayáis jurado deliberadamente. Como expiación, alimentaréis a diez pobres como soléis alimentar a vuestra familia, o les vestiréis o manumitiréis a un esclavo” (C. 5, 89).
“Quienes repudian a sus mujeres mediante la fórmula: “eres para mí como la espalda de mi madre” y la repiten, deben, antes de cohabitar de nuevo, manumitir a un esclavo” (C. 58, 3).
De hecho, hasta entre los prisioneros de guerra recomienda el Corán la manumisión de esclavos:
“Cuando sostengáis pues, un encuentro con los infieles, descargad los golpes en el cuello hasta someterlos. Entonces atadlos fuertemente. Luego, devolvedles la libertad, de gracia o mediante rescate” (C. 47, 4).
Y es, en todo caso, una de las obras que proporciona mejor acceso al premio en el más allá:
“¿Y cómo sabrás lo que es subir la Cuesta? Es manumitir a un esclavo, alimentar a un pobre en tiempo de hambre a un pariente próximo huérfano, a un pobre en la miseria” (C. 90, 1216).
Ni que decir tiene que al día de hoy no existen legislaciones esclavistas en ningún país musulmán.
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