¿Pero qué diablos le debe el Gobierno a Marruecos?
por Luis Antequera
Presenciamos estos días con estupor y con indignación, la enésima bajada de pantalones del Gobierno español ante el marroquí en un momento, y no es el primero, en el que el mismo no nos ahorra ninguna humillación posible: la primera y más importante, la de las incontables tropelías que contra toda legalidad internacional, lleva a la práctica en lo que fue provincia española del Sáhara, un territorio con el que, pese a quien pese, España se halla en situación de grave compromiso histórico; la segunda, la de no permitir a nuestros periodistas, ni siquiera acceder al escenario de los hechos, algo que, más allá del acto inamistoso que representa para España, alienta las peores expectativas sobre lo que está ocurriendo en la antigua provincia española; y tercero, el asesinato, todavía sin explicar, de quien, independientemente de su origen, raza o religión, era un ciudadano español.
En política internacional existen muchas maneras de protestar ante los hechos que unos países realizan contra los intereses de otro. El más bajo nivel de protesta consiste en las declaraciones de consumo interior dirigidas a la propia opinión pública. Esas declaraciones, muy a menudo, ni siquiera van acompañadas de las medidas ulteriores de presión en el ámbito internacional: declaraciones oficiales, llamadas a consulta del embajador concernido, retirada del embajador propio en el país concernido, corte de las relaciones diplomáticas, retorsiones, represalias, embargos y bloqueos y, en última instancia, la guerra.
Dejarlo todo en una mera declaración de consumo interno para apaciguar a la propia opinión pública, acostumbra a ser, en la situación de paz generalizada existente en el mundo (o por lo menos en esta parte del mundo), la solución a la que con mayor frecuencia recurren los gobiernos. Lo más sorprendente del Gobierno español en lo concerniente a sus relaciones con Marruecos, es que la situación de postración ante el vecino del sur –un vecino que por otro lado, no está de más recordar, tiene un PIB diez veces inferior y un ejército insignificante al lado del nuestro- es tan grave... ¡¡¡que ni a tan nimio recurso diplomático cual es el de quejarse ante su propia opinión pública acude nuestro Gobierno en cada una de las múltiples ocasiones en que Marruecos le humilla!!!
Dejarlo todo en una mera declaración de consumo interno para apaciguar a la propia opinión pública, acostumbra a ser, en la situación de paz generalizada existente en el mundo (o por lo menos en esta parte del mundo), la solución a la que con mayor frecuencia recurren los gobiernos. Lo más sorprendente del Gobierno español en lo concerniente a sus relaciones con Marruecos, es que la situación de postración ante el vecino del sur –un vecino que por otro lado, no está de más recordar, tiene un PIB diez veces inferior y un ejército insignificante al lado del nuestro- es tan grave... ¡¡¡que ni a tan nimio recurso diplomático cual es el de quejarse ante su propia opinión pública acude nuestro Gobierno en cada una de las múltiples ocasiones en que Marruecos le humilla!!!
Cuando en diciembre del pasado año se produjo la extraña crisis diplomática con Marruecos relacionada con Aminatu Haidar, una ciudadana saharahuí que el Sr. Moratinos se trajo a España de cualquier manera al solo objeto de liberar al Gobierno marroquí de un verdadero marrón, y en vez de recibir el agradecimiento de éste recibió sus críticas y hasta sus abiertas amenazas, me pregunté cómo semejante situación era posible. Creí entonces hallar la siguiente respuesta al enigma:
“La razón es doble: la primera y más importante, la posición de permanente sometimiento de la que ya se ha hablado ante Marruecos. La segunda, no menos importante, la total ausencia de alianzas internacionales por parte del Gobierno español, lo que le convierte en un verdadero inválido en la escena internacional”.
Siendo aún de plena vigencia la respuesta, pues la situación de estremecedora soledad española en la escena internacional no ha variado un ápice, me parece al día de hoy insuficiente. Y cada vez más alarmado, me pregunto cuál es la inmensa deuda que el Gobierno español tiene contraída con Marruecos para aceptar una tras otra las continuas afrentas procedentes de un vecino que, lejos de comportarse respecto de España como lo hace, debería cuidar con más esmero sus relaciones con ella. Pues si estratégicas son para España sus relaciones con el vecino del sur, más aún lo son para Marruecos las suyas con el vecino del norte.
Unas relaciones que, por lo que hace al actual Gobierno pesoíta, comenzaron, no está de más recordar, de la manera más intempestuosa imaginable, con una infamante y traicionera visita de Zapatero, -por cierto, acompañado de la actual ministro de asuntos exteriores, Trinidad Jiménez-, cuando ni siquiera era todavía presidente del Gobierno y se hallaba aún en la oposición, en un momento en el que las relaciones diplomáticas entre ambos países estaban cortadas, que sólo antecedió en ocho meses a un acto tan inamistoso como la ocupación por parte de Marruecos de una porción de territorio nacional, y en la que, por si todo esto fuera poco, fue recibido bajo un mapa en el que figuraban como marroquíes dos ciudades españolas y una entera comunidad autónoma.
Dice Alcaraz que el Gobierno sigue negociando con la ETA, a pesar de la situación de inmensa debilidad de ésta y de lo acorralada que la tiene, por miedo a que revele a la opinión pública verdades incómodas. ¿Estará ocurriendo algo parecido con Marruecos? Se non é vero e ben trovato. En román paladino: si no lo es, así lo parece.
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