El gobierno islamista de Turquía permite la reapertura al culto de dos iglesias cristianas

El gobierno islamista turco ha reabierto al culto dos santuarios emblemáticos de las minorías griega y armenia, convertidos hasta hoy en museos por el Estado otomano. El domingo pasado permitió la celebración de la misa en el espectacular y antiquísimo monasterio greco-ortodoxo de Sumela, junto al Mar Negro, y se mantienen los planes para la restauración del culto ortodoxo armenio el próximo 19 de septiembre en la iglesia de Aghtamar, junto al lago Van.

En ambos casos, el permiso se otorga para una sola celebración religiosa al año. Para el resto del calendario, los dos lugares deberán mantener su estatus de museo.
La decisión –arropada el domingo por un importante despliegue militar en Sumela ante la posibilidad de atentados por parte de nacionalistas turcos- se enmarca en las promesas hechas por el gobierno de Erdogan a la Unión Europea. Bruselas exige a Turquía un mayor compromiso real con la libertad de religión y con los derechos de las minorías, en su proceso de adhesión a la UE.
De cara al consumo interno, las autoridades turcas subrayan que la apertura del culto en Sumela y en Aghtamar un día al año será un atractivo para el turismo religioso, y ayudará al desarrollo de esas regiones. «No cambiará el estatus de memorial-museo; lo concedido ya es un gran gesto por parte del Ministerio de Cultura», ha delarado al diario turco «Hurriyet» el gobernador de la provincia de Van, Munir Karaoglu.
Sumela, que atrajo en su reapertura a un puñado de descendientes de los originales «griegos pónticos» –hoy residentes en Grecia y Rusia- no crea inquietud en los círculos oficiales. Sí en cambio la restauración «puntual» del culto en el santuario armenio de Aghtamar, prevista para septiembre.
A diferencia de la minoría kurda, la minoría armenia de Turquía no mantiene ninguna reivindicación secesionista ni política ante el gobierno turco. No obstante, el deterioro de la relación de Ankara con el gobierno de la república de Armenia ha caldeado la atmósfera. El influyente sector nacionalista otomano, puntal de la oposición visceral de todos los gobiernos turcos a reconocer el genocidio armenio (19151923), teme que el pequeño gesto de apertura religiosa en Aghtamar pueda ser interpretado como «debilidad» ante la presión de Occidente.