Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Que no sufra la abuela


Si no somos capaces de construir una sociedad en la que los valores humanos sean universalmente aceptados, jamás lograremos dejar atrás la barbarie que durante siglos ha salpicado nuestra Historia.

por Agustín Losada

Opinión

El responsable de la asociación “Derecho a Morir Dignamente”, Fernando Morín, tiene un blog donde defiende sus ideas favorables a la eutanasia. Según él, “en el debate de la eutanasia o el suicidio asistido la cuestión fundamental no es la intervención del médico, sino quién es el titular de la vida, o sea si se le puede obligar a un enfermo avanzado o terminal a vivir en contra de su voluntad. La respuesta es no: la eutanasia y el suicidio asistido existen, clandestinamente, al no estar regulados. La vida no es sagrada, ahora más que nunca, está supeditada a la libertad, un derecho fundamental por encima de todos los demás”. En alguna ocasión he manifestado allí mis opiniones, claramente contrarias a las suyas. Pero con respeto, y justificando con argumentos mi postura. Y en vez de debate, he sido censurado en mis comentarios. Así actúan los supuestos defensores de la libertad. Afortunadamente, internet está aquí para quedarse, y en mi blog he dejado constancia del debate, cercenado en el suyo. Si tienen curiosidad, pueden ver aquí algunos de los argumentos que yo le he dado y a los que les ha aplicado la censura con la misma alegría que aplica la eutanasia a sus pacientes. Llevado de su criterio de que él sabe mejor que los demás lo que es correcto. Los comentarios se refieren a su peculiar visión acerca de que la vida está supeditada a la libertad. Y que, por tanto, todos tenemos el supuesto derecho a decidir cuándo y cómo morirnos.

Una persona que ha seguido la interesante discusión allí planteada, ha dejado hace poco el siguiente comentario:
“Agradezco todos los comentarios del blog, porque me dan la fortaleza para defender los derechos de la persona en agonía y de las personas cercanas a esta. Me encuentro en una situación similar, con mi madre en fase terminal que respira y no se puede llamar vida lo que tiene, está en mi casa y la presión familiar nos ha hecho ponerle la sonda nasogástrica. Con este artificio podría durar mucho tiempo y prolongar un sufrimiento innecesario. La presión viene de cuestiones religiosas y lo que algunas personas consideran humano y digno. Desde este punto de vista viviéndolo de cerca no le encuentro lo humano a prolongar una existencia de esta manera. No es si esta bien o mal, no encuentro juicios al respecto. Me quedo con el mensaje de que lo correcto es lo que dicte el corazón y creo que comenzare por retirar la sonda aunque las tías digan misa. Jaime”.

En primer lugar, debo decir que sigo perplejo por el hecho de que a estas alturas del siglo XXI todavía muchas personas confundan el respeto a la vida con una creencia religiosa. Si no somos capaces de construir una sociedad en la que los valores humanos sean universalmente aceptados, jamás lograremos dejar atrás la barbarie que durante siglos ha salpicado nuestra Historia. Y de entre todos los valores humanos universales, el primero y principal, sin el cual los demás carecen de sentido, es el derecho a la vida. Sin atenuantes.

Como es posible que, dado el carácter del señor Morín, borren mi respuesta de su blog, aquí les dejo constancia de la misma, con la esperanza de que estas líneas puedan servir a alguien:
“Jaime: Hay una gran diferencia entre aplicar cuidados paliativos, para evitar el sufrimiento por un lado, y acelerar la muerte por otro. Lo que usted sugiere hacer con su madre es esto último: Retirarle el alimento para que “se muera de una vez”. Y aplicarle sedación paliativa a la vez, para que no sufra de hambre.

Desde un punto de vista de Derechos Humanos, nadie debería poder decidir cuándo tiene que morir otra persona (o uno mismo). Esto ya lo hicieron antes algunos en la Historia (como los nazis), con resultados desastrosos. La vida está por encima de la libertad y de todos los demás valores y derechos. De hecho, eso es lo que nos hace valiosos (es decir, DIGNOS), por encima de cualquier otro ser.

Ya imagino que usted no desea la muerte de su madre por razones de herencia u otras, sino que lo que realmente quiere es acortar en la medida de lo posible su sufrimiento (el de su madre): Bien, pues no la mate. Déjela morirse cuando le toque. Eso sí, sin que sufra. Y si usted tiene que aguantar algunos meses más cuidando a su madre o visitándola en el hospital o donde sea, ese es otro problema. No lo disfrace de sentimientos de misericordia”.

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