Domingo, 24 de noviembre de 2024

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¿Es sano pedir tanto perdón?

por En cuerpo y alma

 
            Es uno de los fenómenos del momento: no hay día en que algún medio no lleve en sus titulares que tal o cual grupo, entidad o institución ha pedido perdón a tal otro grupo, entidad o institución. En un proceso que empieza a parecer cansino y que a fuerza de aburrir, empieza a suscitar cuestiones importantes algunas de las cuales les traigo aquí, para que me den Vds. también, si así lo desean, su opinión.
 
            Más allá de que el proceso se antoja asimétrico y desigual y siempre son los mismos los que tienen que pedir perdón y siempre son los mismos aquéllos a los que hay que pedírselo, la primera cuestión que me planteo es: ¿cómo categorizamos los grupos a los que hay que pedir perdón? Por ejemplo (sólo a modo de ejemplo, ¿eh?, aunque se trate de un ejemplo muy actual), si elegimos como grupo al que pedir perdón a los homosexuales, ¿quién forma ese grupo y quién forma el grupo de los que deben pedirles perdón? Los bisexuales, ¿en qué grupo militan? ¿Piden perdón cuando se acuestan con una persona del otro sexo, o más bien lo reciben cuando lo hacen con uno del propio? ¿Se piden perdón a sí mismos? A más, a más, ¿quién es homosexual y quién no? ¿Es homosexual el que se acostó una sola vez con una persona de su mismo sexo? ¿O es heterosexual el que se acostó una sola vez con una persona del sexo opuesto? Y aquellas personas (de las que nunca hablamos, pero que no por ello no existen) que no tienen el sexo entre sus prioridades conductuales, ¿esos piden perdón o lo reciben? ¿Dónde empieza y dónde “acaba” un homosexual al que hay que pedir perdón? ¿Dónde empieza y dónde acaba un heterosexual que tiene que pedir perdón?
 
            Puestos a categorizar, ¿por qué elegimos unas categorías y no elegimos otras? ¿Por qué no elegimos otra categoría diferente y le pedimos perdón también? Por ejemplo, en vez de dividir a los seres humanos en heterosexuales y homosexuales, dividámoslos ahora en guapos y feos: ¿acaso no tendrían que pedirles perdón los guapos a los feos por todo el desprecio al que los han sometido a lo largo de la historia y en todos los lugares del mundo, y por todo el daño que les han hecho regateándoles sus favores sexuales y de otro tipo y eligiendo para compartir sus vidas, su círculo de amistades o su actividad sexual a otros tan guapos como ellos? ¿Alguien se imagina todo lo que han sufrido los hombres feos, y sobre todo las mujeres feas, por su fealdad? ¿Alguien se imagina todo el daño que hombres y mujeres guapos/as han hecho a hombres y mujeres feos/as? Pero no me detengo aquí. Siguiendo con el argumento esbozado arriba, ¿quién es guapo y quién no? ¿Es guapo el que lo fue a los 20 años pero ya no lo es a los 40? ¿O lo es el que resulta interesante a los 40 pero a los 20 era francamente feo? ¿Es guapo (o feo) aquél que lo es considerado en Suecia, o aquél que lo es considerado en Japón? ¿Se dan Vds. cuenta de que hecha esta nueva categorización, habrá muchos homosexuales que tengan que pedir perdón por ser guapos, y muchos heterosexuales a los que habrá que pedírselo por ser feos?
 
            Que los feos hagan pedir perdón a los guapos es una cosa que suena ridícula al día de hoy, y por eso, precisamente por eso, lo traigo a colación. Pero es que la aparición de un lobby de feos y feas que se constituya en grupo de poder de aquí en diez años es algo tan inesperable, tan surrealista, tan inverosímil o tan extraño, llámenlo Vds. como quieran, como parecía hace cuarenta que hoy existiera un lobby poderosísimo de homosexuales que nos exige a todos que les pidamos perdón.
 
            Todo ello por lo que se refiere a la cuestión de la categorización. Ahora me gustaría entrar en una segunda cuestión, si cabe más importante, cual es la de la responsabilidad personal o individual, por cierto, uno de los grandes logros de la sociedad occidental actual, nunca suficientemente ponderado, en el que, además, tanto tuvo que ver, precisamente, el cristianismo: es el “cada uno de vosotros dará cuenta de sí mismo a Dios” que ya reclamaba San Pablo a los Romanos (ver Ro. 14, 12). Cada uno es responsable y responde (que eso es lo que significa responsable) por sus actos y sólo por sus solos actos. Pues bien, y siguiendo con el mismo ejemplo: si yo soy un varón, heterosexual, español y católico que nunca ha hecho daño a ningún homosexual y siempre los ha respetado a todos… ¿por qué tiene nadie que pedir perdón por mi a los homosexuales en mi condición de varón, de heterosexual, de católico o de español, o cualquiera otra que a nadie se le ocurra?
 
            El ejercicio del perdón es un ejercicio muy sano, muy reconfortante. Tuve ocasión de escribir sobre ello y me permití entonces recomendárselo a todos. Ahora bien, por las faltas de uno, no por las de los demás, siempre por las faltas propias y nunca por las ajenas. El ejercicio de pedir perdón por los demás, tanto más cuanto con más frecuencia se haga y tanto más cuanto más grande e indeterminado sea el colectivo al que se le pide o aquél en nombre del cual se hace, no me parece tan sano. Y lamentablemente, constato que sólo sirve para que unas categorías de personas, al albur de ofensas que recibieron otros y no ellas mismas, se emplacen como víctimas y se coloquen en una situación de superioridad moral frente a otra categoría de personas al albur de faltas que, de la misma manera, no cometieron ellas sino otras, y a las que, no se sabe muy bien por qué ni de acuerdo con qué criterio, se otorga gratuitamente la condición de agresor. Y eso no es justo. Ni es sano. Ni es bueno para la convivencia. Y pedir perdón tiene que ser, ante todo, algo justo, sano y bueno para la convivencia.
 
            Y bien amigos, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
 
 
            ©L.A.
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