Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Del capítulo 101 del "Libro de las Herejías", de San Juan Damasceno, referido al islam

por En cuerpo y alma


 
            Veíamos hace poco cómo se producía el primer contacto del cristianismo con el islam (pinche aquí si desea conocer como tuvo lugar), y decíamos entonces que “el primer testimonio en este sentido, podría ser la obra de San Juan Damasceno (m.754), funcionario que era en la Corte de los Omeya en Damasco, ciudad de la que recibe su nombre. Retirado en 725 al monasterio de San Sabas, entre Jerusalén y Jericó, inicia una amplia obra religiosa, en la cual destaca el tratado “Sobre las herejías” (“De Haeresibus”), cuyo capítulo 101 se dedica al islam, el cual es analizado y combatido como si de una desviación más del cristianismo se tratara”.
 
            Pues bien, toca hoy conocer qué es exactamente lo que sobre el islam decía San Juan Damasceno en dicho capítulo 101 que, por cierto, es el último de su obra sobre las herejías, el cual, a falta hasta donde yo sé de una edición en español, traduzco para Vds. del inglés. Se lo presento en dos capítulos, uno hoy, el siguiente mañana, Dice así:
 
            “Está también la superstición de los ismailitas, que ha llegadoa nuestros días y mantiene a la gente en el error, siendo un precursor del Anticristo. Descienden de Ismael, nacido de Abraham y de Agar, y por esta razón son llamados agarenos e ismailitas. También son llamados “sarracenos” que deriva de Sarras kenoi, o desamparados de Sara, por lo que Agar dijo al ángel: “Voy huyendo de mi señora Saray”. En tiempos, éstos eran idólatras y adoraban la estrella de la mañana y a Afrodita, a la que en su idioma llaman Khabar, que significa “grande”. Y así, hasta los tiempos de Heraclio fueron grandes idólatras. Pero desde ese tiempo y hasta el presente, un falso profeta llamado Mahoma apareció entre ellos. Este hombre, tras tropezarse con el Antiguo Testamento y con el Nuevo y otros, según parece, habiéndose convertido por un monje ario, creó su propia herejía. Y entonces, habiéndose congraciado con la gente mediante su aparente piedad, les hizo creer que un cierto libro le había sido enviado desde el cielo. En él estableció algunas composiciones ridículas en este libro suyo y se lo entregó a ellos como objeto de veneración.
 
            El sostiene que hay un solo Dios, creador de todas las cosas, que no había sido ni engendrado ni engendrador. Sostiene que Cristo es la palabra de Dios y su espíritu, pero una criatura y un siervo, y que fue engendrado, sin semen, de María, la hermana de Moisés y Aarón. Pues, dice él, la palabra y Dios y el espíritu entraron en María y ella dio a luz a Jesús, que era profeta y siervo de Dios. Y dice que los judíos quisieron crucificarlo en violación de la ley, y que ellos atraparon a su sombra y la crucificaron. Pero que Cristo mismo no fue crucificado, dice, ni murió, pues Dios por su amor hacia él, lo tomó a sí mismo hacia el Cielo. Y dice que cuando cristo fue ascendido al cielo preguntó Dios: “O Jesús, dijiste tú “Yo soy el Hijo de Dios y Dios?” Y Jesús, dice él, respondió: “Ten piedad de mi, Señor. Tú sabes que yo no he dicho eso, y que yo no desprecio de ser tu siervo. Pero los hombres pecadores han escrito que yo hice esa afirmación, que han mentido sobre mi y que han caído en el error”. Hay muchas otras cosas extraordinarias y ridículas en ese libro que él presume de haber descendido a él desde Dios. Pero cuando preguntamos “¿y quién puede testificar que Dios te dio el libro? Y cuál de los profetas predijo que tal profeta advendría?” se quedan perdidos. Y nosotros remarcamos que Moisés recibió la Ley en el Monte Sinaí, con Dios apareciendo a la vista de todos en las nubes, y el fuego, y la oscuridad, y la tormenta. Y nosotros decimos que los profetas desde Moisés en adelante predijeron la venida de Cristo y cómo Cristo (encarnado hijo de Dios) tenía que venir y ser crucificado y morir y levantarse de nuevo, y cómo tenía que juzgar a los vivos y a los muertos. Entonces, cuando decimos “¿cómo es que este profeta vuestro no vino de la misma manera, con otros dando testimonio de él? ¿Y cómo es que dios no presentó a este hombre en vuestra presencia con el libro al que os referís, aun cuando él le dio la Ley a Moisés, con la gente presenciándolo, y la montaña humeando, para que vosotros pudierais tener certeza?” ellos responden que Dios hace como le place. “Eso –respondemos nosotros- ya lo sabemos pero nosotros os estamos preguntando cómo llegó el libro a vuestro profeta”. Entonces replican que el libro bajó a él mientras dormía. Entonces chistosamente les decimos que mientras él reciba su libro en sueños y de hecho no sienta la operación, el mismo adagio le sea aplicado (lo que quiere decir: me estás dando la vuelta al sueño).
 
            Entonces les preguntamos de nuevo: “¿Cómo es que cuando se nos presentó con este libro vuestro sin hacer nada ni recibir nada ante testigos no le preguntasteis “antes de nada muéstranos con testigos que tú eres un profeta y que vienes de Dios, y muéstranos qué escrituras testifican sobre ti”?”. Y ellos se avergüenzan y premanecen en silencio. Entonces nosotros proseguimos: “Aunque tú no puedas esposar una mujer sin testigos, o comprar, o adquirir una propiedad, aunque no puedas recibir un asno ni poseer una bestia de carga sin testigos, y aunque tú puedas poseer tanto mujeres como propiedad y demás cosas gracias a los testigos, aún así nada menos que tuy fe y tus escrituras las aceptas sin aval de testigos. Pues el que te trajo esto no tiene el aval de ninguna fuente, ni existe nadie conocido que atestigüe sobre él antes de que viniera. Y por el contrario, lo recibe mientras está durmiendo”.
 
            Más aún, ellos nos llaman herejes y asociadores porque, dicen, introdujimos un asociado con Dios declarando a Cristo Hijo de Dios y Dios. Nosotros les decimos como contestación: “Profetas y escrituras nos han traído esto, y vosotros, según mantenéis persistentemente aceptáis los profetas. Pero si nosotros erróneamente declaramos a Cristo hijo de Dios, es porque eso es lo que nos enseñaron y lo que nos trajeron”. Pero algunos de ellos dicen que eso es una malinterpretación que nos lleva a representar a los profetas diciendo tales cosas, mientras otros dicen que los hebreos nos odiaban y nos engañaron escribiendo en nombre de los profetas, para perdernos. Y entonces aún les decimos: “En tanto que vosotros afirméis que Cristo es la palabra de Dios y el espíritu, ¿por qué nos acusáis de ser herejes? Pues la palabra y el espíritu es inseparable de todo aquello que tiene existencia de un modo natural. Por lo tanto si la palabra de Dios está en Dios, entonces es obvio que Él es Dios. Si en cambio, Él está fuera de Dios, entonces según vosotros, Dios no tiene ni palabra ni espíritu. En consecuencia, para evitar un asociado a Dios, lo mutiláis. Sería mucho mejor para vosotros aceptar que tiene un asociado que mutilarlo, como si estuvierais tratando con una piedra o con un trozo de madera o cualquier objeto inanimado. Así que mientras torticeramente nos llamáis herejes, nosotros replicamos llamándoos mutiladores de Dios” (continuará)
 
            Y por hoy es todo, queridos amigos, que esto es largo y no quiero aburrirles demasiado: mañana traeré para Vds. el resto del texto del Damasceno. Pero si no quiere Vd. esperar tanto pinche aquí y continúa con el resto. Entretanto y como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
 
 
            ©L.A.
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