Lunes, 25 de noviembre de 2024

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De dos gremios que maltratan inmisericordemente su instrumento de trabajo

por En cuerpo y alma

 
            Es lo normal que todas las profesiones cuiden los instrumentos propios de su trabajo y velen por la calidad de las realizaciones correspondientes a su desarrollo profesional. Con unos ejemplos, nadie estaría tan interesado en el buen estado de sus bisturíes como el médico cirujano que los ha de utilizar; nadie tan interesado en que una flauta suene bien como un flautista -y aún los músicos que lo acompañan- que tuviera que interpretar, pongo por caso, una sonata de Bach.
 
            Hay sin embargo dos gremios muchos de cuyos miembros (ojo, digo “muchos”, no digo “todos”, que en estas cosas se puede generalizar, nunca universalizar) parecen interesados en cargarse lo que constituye su herramienta principal de trabajo mucho más que en cuidarlo.
 
            El primero es el de los taxistas. Y cuando hablo de su instrumento de trabajo no me refiero al coche, no, sino a otro aún más delicado e importante que deberían cuidar tanto o más: el tráfico. Yo les prometo que he visto a taxistas descargar un cliente en medio de la calle y parar todo el tráfico detrás de ellos, pudiendo haberse hecho a un lado de la calle sin necesidad de molestar a nadie.. ¡¡¡se lo prometo!!! Hasta el punto de que uno se pregunta ¿será falta de delicadeza? ¿será falta de educación?... ¿O será que a los taxistas les interesa estar parados, -por más que ellos prometen que lo que facturan mientras están parados no les compensa los gastos-, y deteniendo el tráfico de esa manera piensan estar beneficiando a sus colegas esperando, en base al famoso “hoy por ti, mañana por mí”, que un ratito después serán ellos los beneficiados de un comportamiento similar de los demás taxistas?
 
            La otra son -somos- los periodistas, y aquí, como antes, no me refiero al bolígrafo o al ordenador, no, sino a una herramienta mucho más importante todavía: el lenguaje. De prueba un botón, sólo a modo de ejemplo, cada día un ciento de éstas. El pasado domingo en el telediario de TVE, tanto en su edición de la 15:00 hs como en la de las 21:00 hs., reincidían en la siguiente noticia:
 
            “Hombre de 53 años mata presuntamente a su suegro”.
 
            Tan presunta muerte, ¿será debida a que no se sabe todavía si ha muerto el desafortunado señor? ¿Será que no ha aparecido su cadáver?
 
            En el caso de los periodistas de los que hablo –los que maltratan el lenguaje, no todos, quiero insistir una vez más- la indiferencia hacia el instrumento de trabajo llega al extremo de que algunos no es que no vigilen su lenguaje por descuido o por mero desinterés, no. Es que lo maltratan… ¡¡¡a propósito!!! pensando quizás, que eso les hace más modernos, o más guays, o más cercanos al pueblo, qué se yo qué… Vamos como si el flautista del que hablamos arriba tocara la flauta de cualquier manera para hacerlo como lo hace el pueblo. ¿Pagarían Vds. mucho por ir a escucharlo? ¿Qué decir del cirujano que tuviera el bisturí como un cuchillo romo de cocina (para parecerse al pueblo)?
 
            Tenemos que desarrollar en España el amor por el trabajo bien hecho. Cada profesión está obligada a ser garante y protectora de su instrumental de trabajo. Y a implementar los medios para arrinconar al que no sea capaz de cuidarlo como le es exigible. Con el mismo celo un médico su bisturí, un músico su instrumento…  un taxista el tráfico… y un periodista, la palabra.
 
 
            ©L.A.
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