Tal día como hoy, hace 500 años, se inauguró la Capilla Sixtina
por En cuerpo y alma
O para ser exactos, -porque la Capilla Sixtina son muchas cosas-, lo que la caracteriza por encima de toda otra, a saber, los frescos de Miguel Angel Buonarotti (14751564) que adornan la bóveda, (es decir toda su aportación a la Capilla menos El Juicio Final), inaugurados un 31 de octubre como hoy pero de 1512, hace por lo tanto 500 años exactos(1).
Vista aérea de la Capilla Sixtina |
La Capilla Sixtina forma parte del Palacio Apostólico del Vaticano, y se halla a un costado de la Basílica de San Pedro, ocupando el lugar que ocupaba la llamada Cappella Maggiore. Diseñada por Baccio Pontelli por orden de Sixto IV, de quien toma el nombre, será construida entre 1473 y 1481 bajo la supervisión de Giovanni de Dolci. El 15 de agosto de 1483, Sixto IV dedica a la Asunción de María la primera misa celebrada en ella.
En origen, la Capilla Sixtina no es sino la capilla de la Casa Pontificia, si bien pronto recibirá también la importante misión de acoger uno de los eventos más importantes en la vida de la Iglesia, los cónclaves papales. Parece que el primer cónclave celebrado en la Capilla Sixtina habría sido el de 1494, del que sale papa el español Rodrigo Borgia, que reinará como Alejandro VI. Una función, ésta de los cónclaves que, sin embargo, no llevará a cabo ni siempre ni con continuidad, y que, de hecho, sólo es oficial desde la constitución apostólica Universi Dominici Gregis que, emitida por Juan Pablo II en 1996, establece que los cardenales del cónclave se alojen en la Domus Sanctae Marthae y que las votaciones se realicen en la Capilla.
A la Capilla, que carece de adornos exteriores, sólo se puede acceder desde el interior del Palacio Apostólico. Está estructurada en tres plantas: un sótano abovedado con varias ventanas y acceso al patio exterior; la capilla propiamente dicha encima; y una tercera planta sobre la capilla con dependencias para los guardias y servicios.
Las medidas de la Capilla Sixtina son 40,9 metros de largo por 13,4 metros de ancho, que pretenden ser las del Templo de Salomón descrito en el Antiguo Testamento. El techo se halla a 20,7 metros de altura.
Las medidas de la Capilla Sixtina son 40,9 metros de largo por 13,4 metros de ancho, que pretenden ser las del Templo de Salomón descrito en el Antiguo Testamento. El techo se halla a 20,7 metros de altura.
Estructura pictórica de los muros |
En cuanto a las paredes, y por lo que a su ornamentación se refiere, están divididas en tres niveles principales. El más bajo está decorado en oro y plata, imitando los pliegues de tapices o cortinajes y con blasones de distintos pontífices.
El nivel central contiene dos ciclos de pinturas, una Vida de Moisés y una Vida de Cristo, encargados en 1480 por el papa Sixto IV a Ghirlandaio, Botticelli, Perugino, Cosimo Rosselli, Signorelli y Pinturicchio, concluídos en 1482.
Encima de ellos, en los espacios interfenestrales, lo que se da en llamar la Galería de Papas, con el retrato de varios pontífices.
Galería de Papas (en los espacios interfenestrales) y escenas de las Vidas (abajo) |
En 1519, el nivel inferior de las paredes laterales es recubierto con una serie de tapices diseñados por Rafael, los cuales representan episodios de la vida de San Pedro y San Pablo. Comenzados en 1515, se fabrican en el taller de Pieter van Aelst en Bruselas, que trabaja en ellos hasta cuatro años a causa de su gran tamaño.
Expoliados durante el llamado Sacco di Roma de 1527 por las tropas alemanas de los lansquenetes, lo que resta de ellos se conserva hoy día en la sala dedicada a su autor en la Pinacoteca Vaticana.
Tapices de Rafael que adornaron la Capilla, hoy día en los Museos Vaticanos, tal cual estaban dispuestos en ella |
Expoliados durante el llamado Sacco di Roma de 1527 por las tropas alemanas de los lansquenetes, lo que resta de ellos se conserva hoy día en la sala dedicada a su autor en la Pinacoteca Vaticana.
Estructura pictórica de la bóveda de Miguel Angel |
Aspecto de la Capilla antes de pintarla Miguel Angel |
Y llegamos así a la gran joya de la colección de joyas: la bóveda de 1.100 metros cuadrados, encargada por el papa Julio II a un joven Miguel Ángel Buonarotti de apenas 32 años, pero que ya he dejado sello de su genio en Florencia, Venecia, Bolonia y en la propia Roma.
Miguel Angel trabaja en el tema entre 1508 y 1512. Un conjunto de nueve pinturas que muestran escenas del Génesis y que sirvieron para reemplazar el techo azul con estrellas doradas original, pintado según el diseño de Piermatteo d´Amelia, el cual conocemos gracias a un dibujo conservado en la Galería de los Uffici en Florencia. En las pechinas que sustentan la bóveda, están pintados los profetas y sibilas que profetizaron que Dios enviaría a Jesucristo para la salvación de la humanidad. En los lunetos sobre los arcos de las ventanas pinta Buonarotti a los antepasados de Cristo, según los árboles genealógicos que incluyen en sus evangelios Lucas y Mateo.
Curiosamente, Miguel Angel, que se consideraba más escultor que pintor, -para cuando es contratado para la Capilla Sixtina ya ha realizado mármoles de la talla de la Piedad (1498) o del David, pero ha pintado mucho menos- receló del encargo, el cual llegó a considerar como una estratagema de sus enemigos para ponerle en evidencia.
Para realizar las pinturas, Miguel Angel hubo de crear una plataforma de tablas de madera sujetas sobre soportes enganchados en agujeros de las paredes, sobre las ventanas. En cuanto a la técnica utilizada, parece que Miguel Angel trabajó siempre mediante el sistema que se conoce como “en buon fresco”, es decir, sobre yeso recién puesto, completando cada sección mientras el yeso se encontraba todavía húmedo. El tiempo invertido para toda la obra, apenas cuatro años, se puede considerar un verdadero record para la naturaleza hercúlea del trabajo. Para que se hagan Vds. una idea, Miguel Angel trabajaba a la frenética media de casi un metro cuadrado de bóveda por jornada de trabajo.
La representación por Miguel Angel de figuras desnudas a las que era tan afecto, le ganó nuevos y poderosos enemigos. El cardenal Carafa y el embajador de Mantua, Mons. Sernini organizaron una campaña para borrar los frescos. Se cuenta, de hecho, que cuando el maestro de ceremonias del papa, Biaggio da Cesena, afirmó que la decoración era propia de un baño público o de una taberna y no de una capilla papal, Miguel Ángel se vengó dando su cara a Minos, el vígía del infierno en la mitología griega, y que al quejarse Cesena al papa, éste le respondió que su jurisdicción no incluía el tártaro, por lo que no podía ordenar la eliminación del retrato. Como es bien conocido, la partes más comprometidas del fresco serían recubiertas más tarde, en 1565, por un discípulo de Buonarotti, Daniele da Volterra, que se ganó por el trabajo el sobrenombre de “Il Braghettone”, de innecesaria traducción al español.
Pues bien, son todas estas pinturas, precisamente, las que fueron presentadas el 31 de octubre de 1512, y cuyo V centenario celebramos hoy.
No representan sin embargo el final de la colaboración entre el gran artista de Arezzo y la corte papal para la Capilla Sixtina, pues nada menos que veinte años después, aún recibirá Miguel Angel un nuevo encargo, esta vez del papa Clemente VII, el cual confirmará su sucesor Pablo III, para decorar la pared del altar con el tema de El Juicio Final. Pintar este mural exigirá la eliminación de dos episodios de las Vidas, varios retratos papales y dos grupos de ancestros de Jesús. Dos ventanas son tapiadas, y dos de los tapices de Rafael se hacen innecesarios. Miguel Angel realiza el trabajo entre 1536 y 1541. Tenía 66 años al terminarlos. Aún habría de vivir veintitrés más.
El Juicio Final antes y después de la restauración
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Profundamente deteriorados por el paso del tiempo y por los efectos del humo de las velas, en 1980 se acomete la restauración de los frescos: hasta 1984 los de las lunetas; entre 1984 y 1989 la bóveda; y por último El Juicio Final. Catorce años para restaurar entre varios especialistas lo que Miguel Angel tardó ocho en hacer él solo. Y eso que para realizar sus trabajos, los restauradores se sirvieron de los mismos huecos en la pared en los que Miguel Ángel sujetó su andamio.
La restauración completa, abierta al público el 8 de abril de 1994, mostraba un Miguel Angel insospechado y desconocido, autor de unos colores vivísimos que la mucha porquería acumulada sobre los frescos había ocultado y los más antigos del lugar habían naturalmente olvidado. Particularmente delicada la decisión que hubo de tomar Juan Pablo II sobre mantener los lienzos del Braghettone o removerlos, optando por lo primero no tanto por una cuestión moral cuanto histórica. Y ello aun cuando sí se removieron otras actuaciones posteriores realizadas con la misma finalidad pero no por Volterra.
En la restauración se mantuvieron algunos fragmentos tal cual los habían encontrado los restauradores, (secciones a ambos lados de El Juicio Final) al solo objeto de permitir apreciar el contraste entre el estado en el que se hallaban los frescos, y el estado en el que se los dejó.
(1) Haciendo dos salvedades que es preciso hacer siempre que se habla de estos aniversarios: los once días que no existieron en el año 1582 y que sirvieron para poner en vigor el nuevo calendario gregoriano (pinche aquí si desea conocer más sobre el tema), y la hora que España lleva de retraso sobre el horario de Grenwich.
©L.A.
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