Lunes, 25 de noviembre de 2024

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Fátima. Los omissis de Bertone o como desencuadrar para enfocar

por César Uribarri



Cuando Socci destapó lo que hasta entonces no era más que información caliente en un cierto sector eclesial (los llamados fatimistas) logró que la polémica llegase a todos los sectores sociales -al menos en Italia-. La televisión -pública y privada-, la prensa escrita, todos los medios en general, se hicieron eco de la polémica entre Bertone y Socci y poco a poco esa polémica trascendió las fronteras italianas. Por lo menos, aunque sea desde una postura crítica, ya es público en muchos países la existencia de un “plico” denominado “Capovilla” que trata de argumentar, desde fuentes principalísimas, que sobre Fátima no ha sido todo dicho. Sin embargo no era únicamente las declaraciones de tan principalísimo testigo del Secreto –y su famoso “plico”- el que había abierto las puertas a la duda. La sospecha de que lo dicho por la Santa Sede no podía ser todo flotaba en el ambiente erudito tanto de los estudiosos de las apariciones de Fátima como de los vaticanistas.
 
 
Lo contará de primera mano el periodista Solideo Paolini, que obtuvo esa ”información” explosiva de boca del mismo que fuera secretario personal de Juan XXIII, monseñor Loris Capovilla.
 
 
“Recientemente (21 de junio de 2007) el Arzobispo Capovilla habló conmigo, a la vez que admitía que antes (junio de 2006) había “hablado sin tapujos” (“parlando a ruota libera”), que en italiano no significa que lo que había dicho no era cierto, sino que había dicho demasiado. Es precisamente a partir de lo que me reveló que ha surgido lo que se ha dado en llamar el “Cuarto Secreto”. Por supuesto esta denominación es inexacta e irónica. Es un modo de hablar periodístico que no pretende poner en cuestión la autenticidad del texto de 2000. Más bien se refiere a la declaración del Arzobispo Capovilla, en el verano de 1959, en la cual confiesa la existencia y presencia de otra hoja específica, un “anexo” al Secreto en palabras del arzobispo. Los contenidos de dicho anexo son cosas de poco valor para ellos porque piensan que son simplemente las reflexiones personales de Sor Lucía sobre el Secreto. Por tanto, según ellos no es el Tercer Secreto, ni forma parte de ello, porque de acuerdo con su opinión personal, carece de autenticidad sobrenatural. (Debo señalar aquí que he tomado ciertas medidas para mostrar las pruebas que confirman la veracidad de mis afirmaciones). Ese texto (el “anexo” al Secreto), según los exponentes del Vaticano, no se podría identificar como el Cuarto Secreto y ni siquiera como parte del Tercer Secreto. Porque a su juicio, son sólo palabras de Sor Lucía y no las de la Virgen. Pero dejando de lado por un momento sus opiniones personales y no oficiales (que se trata simplemente de un anexo, de opiniones sin importancia de Sor Lucía, y por tanto carece de“autenticidad”), repito: ¡publíquenlo todo, de todas formas publíquenlo! Así cada uno podrá crear su propio juicio de este documento.”
 
 
El dossier oficial no despejó dudas, sino que las alimentó. Pero lo más curioso es que las posteriores declaraciones del Cardenal Bertone, que debían haber amainado la tormenta, se encargaron de favorecerla. Ya no eran simples ruedas de prensa que se pueden desmentir o matizar con posterioridad, sino un libro escrito sobre sor Lucia con el objetivo de airear la información y los hechos, de abrir las ventanas en el ejercicio de una política de puertas abiertas. Pero lejos de ejercer un efecto sedante, actuó como un propagador de combustión. Quien debía convencer sobre la integridad de lo publicado aquel verano de 2000 por la Congregación para la Doctrina de la Fe, se encargó, en cambio, de reconocer que de Fátima no había sido dicho todo. Era desconcertante, el mayor crítico con todos cuantos pretendían poner en duda la integridad del dossier vaticano, descubría públicamente ciertos silencios de Fátima nunca antes dados a conocer. No obstante esto se hacía incurriendo en flagrantes contradicciones.
 
 
“Los encuentros oficiales, por así decirlo, fueron tres. El primero el 27 de abril de 2000, pocos días antes de que el papa Juan Pablo II acudiera de peregrinación a Fátima con motivo de la beatificación de los dos primos de sor Lucia, Jacinta y Francisco, El Papa había decidido hacer pública la tercera parte del denominado secreto de Fátima y necesitaba que la religiosa nos proporcionase la interpretación definitiva del mismo. Regresé a Coimbra el 17 de noviembre de 2001, cuando ya se había producido la revelación, empujado por el clamor mediático suscitado ante la sospecha de que existían omissis, partes que se había omitido hacer públicas. Necesitaba obtener la confirmación de que el secreto no contenía más partes, de que no existían más notas de sor Lucia acerca del tercer secreto, notas, quizá, que hacían referencia a Juan Pablo I. El tercer encuentro, lo compruebo en mi agenda del arzobispo, en Génova, está fechado a 9 de diciembre de 2003.”
 
 
El Cardenal Bertone constataba que ante las dudas sobre la integridad de lo publicado en el año 2000 era necesario obtener de sor Lucia la confirmación de que todo había sido dicho, de que no había sido omitido nada, para posteriormente reconocer públicamente unas de esas cuantas omissis que se supone no había. Así dirá, “La religiosa me reveló, en aquellas dos horas (la conversación mantenida con sor lucia el año 2001) un detalle inédito; “durante la visión, Nuestra Señora, que irradiaba esplendor, tenían en la mano derecha un corazón y en la mano izquierda el rosario.” Pero más adelante el asombro es mayor al reconocer que del Secreto quizá no se había dicho todo. “Las palabras sobre el exterminio de los judíos a manos de los nazis están en cursiva y entre comillas lo que significa que la carmelita le da a éstas un fuerte valor profético y que, por lo tanto, pueden formar parte del secreto o constituir un desarrollo posterior.”
 
 
Y tampoco tendrá reparo en reconocer que entre la vidente y el papa polaco había una correspondencia que escapaba a su control. “[Pregunta] (...) el 13 de mayo de 2000, en Fátima, sor lucia hizo entrega al Papa de un sobre. El gesto fue captado por las cámaras de televisión. ¿Qué contenía aquel sobre?... No conozco el contenido del sobre que le fue entregado a Juan Pablo II...” ¿Qué le contaba la vidente al papa Juan Pablo II? ¿Cuántas cartas más han podido escapar del control de la Congregación para la Doctrina de la Fe referentes a Fátima? Algo extraño estaba pasando, quien debía vigilar sobre la validez del dossier oficial del Vaticano del año 2000 se encargaba, sin pretenderlo, de bombardearlo.
 
 
Era un hecho que el dossier de la Congregación para la doctrina de la Fe había evitado ser exhaustivo en temas precedidos de una fuerte polémica y de duras críticas. ¿Por qué se había pasado de puntillas sobre la frase más enigmática y sorprendente de Fátima –“En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe, etc...”-? El periodista Guiseppe de Carli (muerto en el año 2010) plantea crudamente esas dudas al mismo Cardenal Bertone.
 
 
Preguntará de Carli: “El padre René Laurentin, mariólogo de fama internacional y primero entre los estudiosos de las apariciones de la Virgen en Lourdes, estaba convencido de que la referencia a Portugal y a su fe tenía, como contrapaso, la pérdida de la fe en otras grandes naciones de tradición católica. Un día, en Roma, me llamó la atención sobre la discordancia de las fechas del traslado del mensaje: fue el 4 o el 16 de abril de 1957? (...)
 
 
El Cardenal Bertone, ante pregunta tan directa simplemente no contesta. Rehuye entrar en el tema. Pero hasta el mismísimo difunto Cardenal Ottaviani se convertía en una espina en el zapato para la misma Congregación que recogía su relevo. De nuevo al Cardenal Bertone se le traera a colación una sonora evidencia.
 
 
De nuevo reitera De Carli: “El Cardenal Ottaviani afirmó que el Secreto estaba escrito en un único folio. Veinte, veinticinco líneas en total, mientras que el presentado en la oficina de prensa de la Santa Sede, el 26 de junio de 2000, constaba de sesenta y dos líneas. Cuatro páginas, justo. Son pequeños y débiles indicios, no prueban ni ponen en duda nada. Juan Pablo II el 17 de junio de 1981, redacta personalmente un “acto de Consagración” al Corazón Inmaculado de María. En julio lee en el Gemelli el pliego en sobre cerrado que le llevan desde el Vaticano. ¿El primer documento no podría contener las palabras de la Virgen y el segundo la descripción de la visión?
 
 
Y la respuesta de Bertone: “El primer documento no existe (...) Las palabras del Cardenal Ottaviani no sé a qué se refieren”.
 
 
Pero paradójicamente los omissis del Cardenal Bertone se muestran necesarios para complementar y completar el dossier del año 2000. Y si las pistas están como escondidas, jugando al contraluz, su rotundidad es manifiesta.
 

Veámoslo. De nuevo de Carli preguntará a Bertone: “¿Todo esto se lo explicó a sor Lucia? ¿Aceptó ella la interpretación?” Y dirá Bertone: “Cierto, aunque no en estos términos. Insistió mucho en la fuerza de la oración y en el convencimiento, para ella granítico, de que los corazones de Jesús y María no podían permanecer sordos a nuestras súplicas.”
 
 
¿Cuáles eran esos términos en disputa respecto de la interpretación “oficial”? ¿Dónde discrepaba la vidente? ¿Qué términos era los que no aceptaba o cuáles los que ella consideraba que faltaban? Nuevamente Bertone se muestra contundente en algo que aparentemente discrepa de la línea oficial: la clave interpretativa la tiene sor Lucia.
 
 
“Me gustaría precisar, inmediatamente, que una indicación para la interpretación de la tercera parte del “Secreto” ya había sido ofrecida por sor Lucia en una carta al Santo Padre del 12 de mayo de 1982.”
 
 
¿Era la interpretación de sor Lucia la que el papa Wojtyla quería, o más bien pretendía que la vidente –con su propio criterio, es decir desde su lectura personal y cualificadísima de la visión- diera su opinión a la interpretación oficial? Esta segunda posibilidad parece la más acorde a los documentos oficiales. Pero es evidente que la opinión personal de sor Lucia respecto del tercer secreto no sólo se quería y se conservó, es que ¡se hizo pública en el dossier oficial y el mismo Bertone reiteraría que era válida por si misma! Tamaña paradoja puede explicar muchas cosas, entre otras dar respuesta a esa duda que atormentaba a Socci.
 
 
Si Bertone había vuelto a repetir que la interpretación que sor Lucia realiza de la visión no sólo era correcta, sino querida por el Papa, ¿acaso esto no explicaba la extraña aparición en el dossier de una carta de sor Lucia que tiraba por la borda toda la interpretación “oficial”? ¿Se podía hablar ahora de un fallo manifiesto o más bien había que hablar de intención oculta cuando se reiteraba en la validez interpretativa de sor Lucia? ¡Si hasta el mismo Prefecto, Ratzinger, reconocería el mismo día de la presentación del dossier vaticano, aquel 26 de julio, la validez de ambas interpretaciones!
 
 
Tal texto es simbólico y permite un margen de interpretación, no es una interpretación histórica absoluta. Por eso podemos ver realmente sintetizada en esta visión la historia de los mártires de un siglo, y también, en este sentido, la pasión de los papas en este siglo, y no exclusivamente el atentado del 13 de mayo de 1981. Pero ciertamente en esta historia de los sufrimientos de los papas, ese atentado que llevó al Santo Padre a las puertas de la muerte es el punto culminante particularmente identificado con el núcleo de esta visión.”
 
 
Pero lo cierto es que las declaraciones de monseñor Loris Capovilla - que dieron lugar al denominado plico Capovilla- no hacían sino echar más leña a un fuego que anteriormente prohombres de la Iglesia se habían encargado de encender. Autorizadas voces, nada sospechosas, recogían la veracidad de aquellas declaraciones que hablaban de una hoja en la que sor Lucia había escrito su secreto. ¡1 hoja frente a las 4 que aparecen en el documento oficial! La Santa Sede no podía omitir tales fuentes. Mejor dicho, no debía.
 
 
Terminemos con las palabras de la prestigiosa vaticanista portuguesa Aura Miguel. No tienen desperdicio:
 
 
“Según la revista alemana Stimme des Glaubens, Juan Pablo II habló del tercer secreto en noviembre de 1980, durante un viaje pastoral a Alemania. Estas declaraciones se habrían realizado en la ciudad de Fulda, en una conversación con un reducido grupo de personas que grabaron el encuentro. Más tarde, cuando las trascripciones de las palabras del Papa comienzan a recorrer el mundo, la Sala de Prensa del Vaticano desmiente que Juan Pablo II hubiera hablado del asunto, pero los autores de las grabaciones insisten en la autenticidad de las afirmaciones. Según estas fuentes, el Papa, después de haber aludido a la gravedad del contenido del Secreto, cogió el Rosario y dijo: Este es el remedio para esos males. Rezad, rezad mucho y no me preguntéis nada más. Confiad el resto a la Madre de Dios.

También la hermana Lucia se refirió al Secreto, pero, naturalmente, sin revelarlo. En varias ocasiones en encuentros particulares, la vidente “dejó escapar” algunas indicaciones recogidas por el padre Joaquín María Alonso. El estudioso del mensaje de Fátima comienza por admitir la brevedad del texto del Secreto: “Lucia nos dice que lo escribió en una hoja de papel. El Cardenal Ottaviani, que lo leyó, nos dice lo mismo. “Escribió en una hoja lo que la Virgen le comunicó para transmitir al Santo Padre. Por  eso, ciertos textos que aparecen por ahí como escritos por sor Lucia, por su extensión nos confirman que son falsos”.
 
 
Pero, a la luz de lo publicado en el año 2000, ¿debemos decir que "falsos" o que, simplemente, hay algo más que no se ha dado a conocer?
 




Adaptación para el blog del quinto capítulo de mi obra “Fátima, verdad oculta”


 


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