Martes, 26 de noviembre de 2024

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La Bolsa o un Coto Privado de Caza

por Jaime Alejandro

La respuesta que dejé en el aire la última semana, y que muchos ya habrán adivinado, es la bolsa de valores. ¿Por qué las empresas en España no pueden financiarse? Pues sencillamente porque no pueden o no saben acceder a los mercados de valores. Quizás se trate de una mezcla de las dos circunstancias; ignorancia financiera anclada en la cultura económica española, por un lado, y un enorme grado de trabas legales que impiden acceder al mercado de valores, por otro. Si la primera es cierta, razón de más para que las normas para acceder a la bolsa fueran muchísimo más sencillas de lo que son en países con mayor cultura financiera. Si el empresario desconoce una posibilidad de financiación y además añadimos tapias en su camino para que la conozca, menor probabilidad de que los empresarios opten por sacar sus empresas a bolsa. Pero es que, quizás, sea esto exactamente lo que se pretende. Me explico.

Se han preguntado alguna vez, ¿cuántas empresas tenemos ahora mismo cotizando en el mercado continuo de la Bolsa de Madrid? ¿Son muchas o pocas?  Son unas 130 empresas en estos momentos –además, han disminuido respecto la última vez que hice el siguiente cálculo-. En España somos unos 47 millones de personas; es decir, hay unas 360.000 personas por empresa cotizando en la Bolsa de Madrid. ¿Cuántas empresas están cotizando en el TSX de Canadá? Unas 3.600 empresas. Canadá tiene una población de 34 millones de habitantes; es decir, unas 9.500 personas por empresa cotizando en bolsa en aquel país. ¿Ven ustedes la diferencia? Las empresas canadienses, por un lado, tienen que competir muchísimo más para conseguir financiación mediante la venta de  las acciones de sus empresas pero, por otro, el mercado de la financiación no está restringido a un lobby de mega empresas, como sucede en España. Es decir, el TSX no es un coto privado de caza, que es en lo que se ha convertido la Bolsa de Madrid. Lógicamente, esto también explica el por qué, en Canadá, no hay un 20 % de desempleo. Recordemos, el empleo en todas las economías lo generan las PYMES. Pero es que además, esta competencia por la financiación mediante la venta de participaciones obliga a las empresas a mirar con lupa dónde gastan el dinero. En España, como la financiación está restringida a un selecto grupo de elegidos, los que tienen el privilegio se permiten el lujo de lanzarse a proyectos como la energía solar fotovoltaica o los molinillos de viento –hacer castillos en el aire-. Si a las eléctricas les obligan a abandonar la energía nuclear, no dicen ni pío. Total, los inversores no tienen mucho donde elegir y el pagano idiotizado por la televisión –el mismo que confunde la energía nuclear con la bomba atómica- pagará la factura sin rechistar.

¿Se dan cuenta?  En Canadá, esta competencia para acceder a la financiación es lo que les hace, primero, más competitivos y segundo, les da la oportunidad de obtener financiación a través de aquellos ahorradores e inversores que estén dispuestos a arriesgar sus caudales en un determinado proyecto empresarial. En España, no sólo siguen estando monopolizados u oligopolizados muchos de los sectores empresariales en lo que se refiere al consumo del producto –el telefónico, eléctrico, banca, etc.- sino que además, las grandes empresas han logrado monopolizar la capacidad de financiación copando en exclusividad el mercado bursátil.

Es cierto que las PYMES pueden ser muy arriesgadas, pero sabiendo diversificar y colocar pequeñas porciones de una cartera tienen un potencial de crecimiento que no tienen las grandes empresas. Esta capacidad de asumir y orientar el riesgo hacia proyectos arriesgados, pero potencialmente muy rentables, es lo que hace que una economía crezca. Los proyectos que salgan adelante compensarán con creces las posibles pérdidas de los proyectos que fracasen. Si establecemos unas normas excesivamente estrictas para  acceder a los mercados de valores, efectivamente estamos favoreciendo a las empresas que tienen el privilegio de cotizar en bolsa, pero estamos dejando sin financiación a las PYMES. Las posibilidades de crecimiento de las grandes multinacionales es muy limitada y por eso no pueden generar ya mucho más empleo. Para muchos puede parecer  una cuestión inapreciable y sin importancia, pero no lo es cuando uno entiende que estas normas están ahogando al resto del sector empresarial español, que es el que precisamente genera el empleo.

Como buen ejemplo de que ésta es la realidad, en el año 2006, se creó el MAB (Mercado Alternativo Bursátil). La idea era que empresas de menor tamaño a las que ya cotizan en el mercado continuo pudiesen acceder a esta forma de financiación. Sin embargo, a estas alturas, tan sólo 12 empresas cotizan en el MAB. Es decir que, a pesar del esfuerzo, sólo 12 empresas, en un país de 47 millones de habitantes, han accedido a este tipo de financiación en un periodo de cinco años. Una de dos, o los empresarios en España no saben lo que es un mercado bursátil ni para qué sirve o los trámites para acceder a este nuevo mercado son imposibles. Otra posibilidad podría ser que las PYMES españolas no tengan ningún proyecto digno de interés. Vamos, que los españoles somos incapaces de innovar. Puede ser, pero entonces ¿por qué tienen que financiar los depositantes de la banca comercial algo que nadie en su sano juicio financiaría a cambio de un posible dividendo y o una revalorización? Yo no creo que sea éste el caso.

En conclusión, los bancos comerciales no son los que tienen que financiar a las empresas generando incrementos de confeti que a la postre, como los bancos no pueden quebrar –undécimo mandamiento que habrá que incluir en el Catecismo- se convertirán en inflación. A las empresas, en el momento que están consolidadas, tienen una actividad y unos proyectos, las tienen que financiar los inversores.  Mi diagnóstico de la enfermedad es que, en España, los oligopolios –las telefónicas, eléctricas, los cuatro bancos, etc.- no tienen la más mínima intención de renunciar a sus privilegios. Cuando lamentan que no hay financiación para las empresas, pasándole la chuletilla al vocero mediático de turno, en realidad no tienen la más mínima intención de solucionarlo. Por desgracia, estas empresas sólo defienden aquellas reformas estructurales que les beneficien pero nunca las que les afecten. Mientras, añoran los años gloriosos de la Gran Burbuja cuando fabricar dinero de la nada parecía que no iba a tener ninguna consecuencia. Pues quizás no la tenga para ellos, los magnates del dinero fiduciario, pero los demás estamos a las puertas de una inflación de tamaño grande. Miren si no al Norte de África. El petróleo no sube como consecuencia de los incidentes en Egipto, por mucho que los busca coartadas  de la prensa se empeñen, sino que el petróleo sube y Egipto se sume en el caos como consecuencia de la inflación que los bancos centrales están provocando a base de emitir papel. Estén ustedes tranquilos sin ofrecer la más mínima resistencia ni ayudar a difundir estos argumentos, que las consecuencias de las fechorías monetarias de los bancos centrales llegarán, más bien antes que después, a Europa y EEUU. Vayan ahorrando y no se enfaden conmigo; yo sólo soy el mensajero.

 

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