Del relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor más famoso jamás pedido en un bar

 
 
            Y bien: abandonará en breve la alcaldía de Madrid -innecesario decir quién, todo el mundo lo sabe- y más que posiblemente, toda o casi toda actividad política, una circunstancia con ocasión de la cual, volveremos a ver en todas las televisiones del país el “momento estelar” de sus años al frente del Ayuntamiento de la Villa y Corte: el más que famoso “relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor”, un tema sobre el que ya me quedé con ganas de escribir en su día, y sobre el que voy a escribir hoy porque creo que tiene unas coordenadas morales y conductuales a las que vale la pena dedicarle unos minutitos.
 
            Pues bien, el espectáculo de toda una nación de 46 millones de habitantes en el que los que hablan inglés de Cambridge no llegan a los cien mil y probablemente ni a la mitad, y en el que los que tienen un nivel de inglés mínimamente aceptable para la lectura, la escritura y la comunicación probablemente tampoco alcance el millón, riéndose a mandíbula batiente y burlándose todos, -los de derechas y los de izquierdas, los viejos y los jóvenes, los ricos y los pobres, los cultos y los incultos-, de una persona que aparecía en televisión expresando de memoria un discurso en un inglés perfectamente comprensible, con pocos o ningún errores gramaticales y con una pronunciación algo más que mediana aunque delatara la cuna en la que había nacido, me pareció, pura y llanamente, un espectáculo bochornoso, mucho más vergonzoso que el ofrecido por la persona que había dado lugar a él, que por el contrario, había puesto por su parte todo para hacerlo lo mejor posible.
 
            Y tanta mofa ¿por qué? ¿Se lo han preguntado Vds.? Permítanme que se lo diga yo: más allá de los que aprovecharon que el Pisuerga pasa por Valladolid para el ataque del contrincante político, no hacíamos los españoles, al reírnos con semejante vehemencia de nuestra compatriota alcaldesa, sino exponer impúdicamente nuestras vergüenzas y nuestros complejos, y exorcizar, mediante la burla del prójimo, lo que hemos interiorizado como un fracaso al mismo tiempo colectivo y personal: el de hablar inglés. Y todo ello, -lo más grande de todo-, inconscientes y desconocedores de que en países muy próximos al nuestro, Francia, Alemania, Italia -no así, en cambio, Holanda o países escandinavos-, el nivel general de expresión en inglés supera en poco (o en nada en algún caso) al que tenemos en España.
 
            Pero en fin, ¡qué se le va a hacer! Consuélese Vd., señora alcaldesa: que siempre gustó al ciego reírse del tuerto, y al que no tiene barco del que no tiene puerto, que la vida es así. Y por hoy y como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Mañana más, no lo olviden.
 
 
            ^©L.A.
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