Viernes, 22 de noviembre de 2024

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23h del 3 de diciembre, en el cementerio de Montcada

por Jorge López Teulón

Esta era la portada del ABC del 9 de febrero de 1933. En el pie de foto puede leerse: "El Cuerpo de portantes del Santo Cristo, de la diócesis de Barcelona, ha tributado un homenaje al obispo, doctor Irurita. He aquí el momento de efectuarse, en el salón del Trono del Palacio episcopal, ante la imagen del Crucificado salvada del incendio y pillaje del 11 de mayo (de 1931) en un pueblo de Alicante, que se entronizó en dicha estancia. Además se le hizo entrega, al virtuoso prelado de un magnífico álbum recordatorio". Rescatamos esta portada precisamente en el día en que el Siervo de Dios Manuel Irurita abraza definitivamente la Cruz.
 


Del Cuartel de San Elías al Cementerio de Montcada
En el Cuartel Central de la FAI, situado en el antiguo convento de clarisas de Santa María de Jerusalén, en el número 23 de la calle San Elías de Barcelona ha pasado el Obispo Irurita encerrado las últimas 48 horas. Es la famosa checa de San Elías; en esta fotografía de los años setenta, exterior del convento.


Por la noche, en este 3 de diciembre serán llevados en un camión al Cementerio de Montcada y Reixac, para ser asesinados. A sus verdugos les dice: “Me ponéis un vestido blanco sin daros cuenta; yo os perdono y os bendigo; soy vuestro Obispo”. Y cantaron todos juntos el Credo de la misa latina. Los autores del asesinato dijeron en tono de mofa: “Mira que son tontos; los matamos porque son de misa y se ponen a cantar misa”.


A las puertas del cementerio de Montcada i Reixac fueron asesinadas 1.168 personas. Fotografía tomada en 1940.
El testimonio de Juan Canela Grané
El hermano Federico Plumed Feced, vicepresidente Nacional de Hispania Martyr nos ofrece el siguiente relato de un superviviente del fusilamiento que en la pared de entrada al Cementerio de Montcada, tuvo lugar la noche del 3 de diciembre de 1936. Juan Canela declara:
“Nos condenan a muerte sin juicio esa noche junto con once compañeros, total doce. Nos atan de dos en dos, por las muñecas y los codos y nos trasladan en un autocar de transporte escolar, que yo mismo había tapizado junto a mi padre Francisco, delante de la tapia de la puerta del cementerio de Montcada. Nos enfocan con los faros del autocar y los del turismo que fue siguiendo detrás del autocar. Nos disparan con ametralladora y con fusiles. Van cayendo las víctimas. Mi compañero, con el que estoy atado, es Pedro Ruiz Navarro, director de la Revista “La Monarquía”, que es mucho más alto y robusto que yo. Al caer sobre mí, evita que me toque ninguna bala y su cuerpo hace de parapeto. La sangre de Pedro mancha todo mi cuerpo. Como algunos aún daban quejidos, se ordena que a los ametrallados nos den el tiro de gracia. Yo me quedo sordo del oído izquierdo. Uno de los milicianos se encariña de mis zapatos y me los arranca. Se los prueba y como le vienen pequeños los tira.
Terminan las lamentaciones y los gritos. Se produce un tiempo de silencio, que sigue a la marcha de los ejecutores asesinos. Después de un rato viene un coche, parece con misión de contar el número de personas fusiladas. Pasa un tiempo y busco la manera de desatarme de Pedro. No me es fácil y me queda el brazo ennegrecido durante muchos días. Busco mis zapatos y me voy a una fuente cerca del cementerio, que llaman la “Pudenda”. Me lavo toda la sangre que me empapa. Con las fotos que guarda la familia Tort y los detalles de su vestido, puedo testificar que el Dr. Manuel Irurita Almandoz, Obispo de Barcelona, fue asesinado conmigo en el grupo que salió la noche del tres de diciembre desde el Cuartel de San Elías. Las palabras que el Obispo Irurita pronuncia esa noche, ante el pelotón de ejecución son: “Os bendigo a todos los que estáis en mi presencia. También bendigo las balas que nos darán la muerte, ya que serán las llaves que nos abrirán las puertas del cielo”.


Esta es la cuerda con que fueron atadas la muñeca y el codo derecho de Pedro Ruiz Navarro con la muñeca y el codo izquierdo de Joan Canela Grané. No habiendo quedado herido, el Sr. Canela pudo hacer deslizar la cuerda de la muñeca pero no la del codo, lo que le obligó a hacer grandes esfuerzos para deslizar su brazo izquierdo, cosa que le provocó un gran hematoma que le duró muchos días.

Esta cuerda es un gran documento que confirma la verdad de las de las declaraciones de Joan Canela, y por tanto, lo hacen testigo único y excepcional de que en el grupo estaba el Doctor Manuel Irurita Almandoz, obispo de Barcelona desde el 23 de marzo de 1930.

Ayer, 2 de diciembre de 2011, Hispania Martyr publicaba esta esquela en La Vanguardia.


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