De la ablación en España

23 julio 2010 00:00

Los profesores Adriana Kaplan y Antonio López Gay de la Universidad Autónoma de Barcelona han publicado un valioso informe sobre el alcance de una práctica tan abominable como la de la ablación puede tener en España, muy superior al que muchos puedan llegar a imaginar.

En su estudio, Kaplan y López Gay parten de la correcta definición y delimitación de la practica en cuestión (pues tendremos ocasión de ver que existen diferentes “variedades”), de los países en los que se lleva a cabo, y del alcance que en cada uno de ellos tiene la práctica en cuestión.

En cuanto a lo primero, la tipología de la práctica mutilativa, ésta puede ser de tres naturalezas: la eliminación del prepucio del clítoris; el corte total o parcial del clítoris, con corte a veces de labios menores; y la ablación del clítoris, labios menores y mayores con sutura de los lados de la vulva.

Por lo que se refiere a los países en los que se producen estas prácticas, el primero y el segundo tipo, las “ablaciones parciales” diríamos, se practican en una ancha franja de Africa que va desde la costa oeste (Mauritania, Senegal, Gambia, Guinea, etc.), pasando sin solución de continuidad por todos los países del interior que unen la franja (Malí, Nigeria, Chad, Camerún, República Centroafricana, etc.) hasta la costa este (Egipto, Etiopía, Kenia y Tanzania). En cuanto al tercer tipo, el que llamaríamos “ablación completa”, es practicada preferentemente en el cuerno de Africa (Somalia, Yibuti, parte de Etiopía, Eritrea, parte de Kenia y Sudán) así como Omán y Yemen en la Península Arábiga.

De entre todos estos países, los países en los que la ablación parcial tiene mayor incidencia según el estudio –confieso que las cifras se me hacen inversosímiles-, son Egipto, donde alcanza a un 95% de la población femenina, Guinea, un 96%, Sierra Leona, un 94%, Malí, un 92%, Gambia, un 78%, y Etiopía, un 74%.

Los países en los que la ablación completa tiene mayor afectación son Somalia, con un 98%, Yibuti con un 93% y Sudán con un 90%.

Estremecedor.

Países muchos de ellos –no lo es por ejemplo Etiopía-, de amplia mayoría musulmana, si bien se trata de prácticas ancestrales y premusulmanas, por lo que, como ya defendí anteriormente, es muy arriesgado establecer relación entre la práctica y el islam, como se tiende a hacer con excesiva ligereza.

La segunda parte del estudio se dedica a la incidencia de las nacionalidades en cuestión dentro de la inmigración española, llegando a la conclusión que las mujeres con algunas de esas nacionalidades residentes en España ascienden, en 2008 y en números redondos, a unas cuarenta mil, desde las poco más de cinco mil que convivían con nosotros en 1998, esto es, hace diez años.

Una población por lo tanto de cuarenta mil mujeres en España, susceptible de convertirse en víctima de prácticas tan aberrantes como las que acabamos de describir. Lo que como en el caso del burka y el nykab se pone una vez más de manifiesto es que en España tenemos derecho a combatir costumbres extranjeras, que no sólo es que nos sean extrañas, sino que nos son, porque lo son, aberrantes.