De profetas, mesías y otros iluminados

02 octubre 2009 00:00

El Sr. Ibarretxe desde Puerto Rico invoca a una nueva perspectiva para enfocar los espectros visionarios con los que él mismo y su partido han castigado a este país desde que dio comienzo la andadura democrática en España. “Desde lejos, -nos dice -, se ve más cerca la existencia de una nación y un pueblo vasco”. No hace tanto tiempo, el argumento era el contrario, y para entender lo que ocurría en el País Vasco, Madrid –ese “madrid” imaginario que encarna el infierno del buen nacionalista- ya era lejos, y había que estar en el batzoki, en el mismísimo caserío, en plena campiña euskérica.

Demasiadas perspectivas las que nos demanda Ibarretxe para entender lo inentendible, a saber, que en pleno siglo XXI, a casi mil españoles les haya costado la vida una mera cuestión de “perspectiva”. Y todo ello, entre las repugnantes declaraciones y actuaciones de cuántos han hecho de la equidistancia entre víctimas y asesinos el eje de su conducta, entre ellos el ayer lehendakari y hoy conferenciante.

Este país está cansado de los iluminados que llegan a los mil y un gobiernos establecidos por toda su geografía, desde el de la nación hasta el de las autonomías repartidas por doquier, muchos de los cuales no llevan en la cartera más proyecto que paranoicas ensoñaciones arcadistas basadas en mitos y personajes que, ni que decir tiene, o no existieron o no fueron como nos cuentan. Gobernantes que no rinden ante los ciudadanos más cuentas que las relativas al progreso de ese paraíso imaginario de sus poluciones nocturnas, y que jamás descienden a algo tan “trivial” cual responder ante ellos de su acción de gobierno.

Somos muchos en España los que estamos hartos ya de profetas, mesías e iluminados, que sólo nos quieren explicar todo otra vez desde el principio, y no dedican su tiempo sino a rebatir cuanto hicieron nuestros padres y las miles de generaciones que les precedieron. Somos muchos los que reclamamos gobernantes honestos, trabajadores y responsables, verdaderos servidores públicos sin otra mira que la de trabajar para resolver los problemas reales de los ciudadanos, ni otra finalidad que la de hacer un país más próspero y más justo. Y por supuesto, rindiendo cuentas de sus obras y no de sus ensoñaciones.