De la viejita que sólo quería hacer una foto

       En Edimburgo a una pobre abuela de 85 años un empleado de una piscina le ha impedido fotografiar a sus nietos de 5 y 10 años cuando estaban en ella, por si las fotografías pudieran ir destinadas a su difusión en una red de pederastia. La noticia causa estupor. Tanto que lo primero que uno piensa es que la prohibición, aunque esperpéntica, es sólo producto de la mente calenturienta de un individuo enfermo pero aislado. Pues bien, no sólo no es así sino que bien al contrario, parece que el individuo en cuestión actuaba perfectamente amparado por la ley. Comentando el caso, el escritor británico Phillip Pullman ha condenado que sobre la presunción de inocencia, uno de los grandes logros del s. XX, prevalezca la de culpabilidad, en la que cualquier cosa que uno haga se presuma dirigida a delinquir. Traten de imaginar todo lo que habría que prohibir en un estado tal de cosas, desde una escopeta de caza hasta un simple mondadientes, perfectamente apto para reventarle los globos oculares a cualquiera.

       Con no ser poco, creo sin embargo que el trasfondo de la inverosímil prohibición oculta una intención aún más perversa, y mucho me temo que, so pretexto de proteger la integridad del menor, mediante la conversión de las muestras de afecto familiar en algo sospechoso e incestuoso lo que algunos pretenden es socavar las relaciones familiares, y particularmente la que une a los niños con sus progenitores, para justificar que el vacío así producido entre a rellenarlo la solícita maquinaria estatal, tan bien dispuesta hoy por hoy a ocupar todo espacio que se presuma vacío. Sin salir del caso que nos ocupa, el mensaje enviado es claro: papá-estado sabe mejor que su propia abuela lo que conviene a los dos nietecitos que ésta quería fotografiar.

       Nuestra abuelita escocesa no es, en definitiva, sino una víctima más de los que pretenden la paulatina sustitución de la familia por el estado, los mismos que, ya en clave doméstica, postulan que sean las escuelas estatales las que fabriquen los valores en los que han de crecer nuestros infantes, sustituyendo en dicha función a quienes la naturaleza invistió en ella, a saber, sus progenitores. No es ciencia ficción: ciencia ficción era hace diez años que al día de hoy, un funcionario de piscinas en Escocia estaría investido de autoridad para impedir que una amable ancianita sacara unas fotos a sus nietecitos. Y según vemos, en Escocia forma parte ya de la más cotidiana rutina.