De trujillos, pepiños y calderillas

Y ahora va el Sr. Rubalcaba, hablándonos del vividor metido a director del CNI y de quien ha de ser su sustituto, que “lo importante es que sea competente y conocedor de los temas que debe tratar”. Y yo me pregunto ¿acaso no debió ser siempre así? ¿Quiere el Sr. Rubalcaba decirnos que el Sr. Saiz no fue elegido de acuerdo con tan excelso baremo? ¿Podría interpretarse de las palabras del titular de Interior que hasta la fecha muchos de los nombramientos que se han venido realizando en el Consejo de ministros, y de ahí para abajo en la administración española, no se han hecho de acuerdo con criterio tan infalible que debería ser el primero a considerar cuando de tan importantes decisiones se trata? Lo triste es que la realidad viene dando tozudamente la razón al Sr. Rubalcaba, y así, con frivolidad calificable a veces como de premeditada, los nombramientos realizados en España desde que el Sr. Zapatero ocupa el palacio de la Moncloa han adolecido con más frecuencia de la deseable de oportunistas, precipitados, irreflexivos, y eso cuando no de nepotistas, aprovechados y hasta de provocativos, como si sólo se tratara de entrar en algún extraño capítulo del libro de los “guines”. Y así, los trujillos, pajines, chacones, montillas, pepiños y calderillas han invadido la escena política española encaramándose a puestos de altísima responsabilidad para los que no estaban ni cualificados ni capacitados, convirtiendo la política y por ende, la alta administración del estado, en uno de los segmentos de la sociedad en los que la LOGSE ha producido algunos de sus más devastadores efectos, y en los que los españoles percibimos que es más fácil medrar y prosperar siendo un perfecto “donnadie”. Los resultados a la vista están: resbalones incalificables con consecuencias a menudo “planetarias”; declaraciones improcedentes, y eso cuando son medianamente inteligibles; comportamientos indignos; corruptelas de nuevo rico con trazas del más rancio horterismo hispano... Y ese desprestigio enorme en el que incurre hoy día la clase política española y la acción política en general. Muchas son las cosas por las que la Historia pedirá cuentas al Sr. Zapatero: de entre todas, de ésta como de la que más.