Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Le apuesto a que no sabe Vd. lo que es un incunable

por En cuerpo y alma

 
 
            Una de esas palabras que mueve indiscutiblemente a engaño, pues son muchos los que si se hicieran esta pregunta antes de leer las líneas que siguen a continuación, se responderían a sí mismos: “incunables son libros antiquísimos, hechos a mano, y por supuesto, mucho antes de que existiera la imprenta”. Pues bien, no, un incunable no es eso para nada.
 
            Define el Diccionario de la Real Academia Española “incunable” de la siguiente manera.
 
            “adj. Se dice de toda edición hecha desde la invención de la imprenta hasta principios del siglo XVI. U. t. c. s. m.”.
 
            Y dado que la imprenta la descubre Johannes Gutenberg (Juanito Montebueno en español) hacia el año 1450, cabe decir que son incunables los libros impresos en los cincuenta primeros años de vida e historia de la imprenta.
 
            Sobre el origen de la palabra, dice también el Diccionario que procede de latín “incunabŭla” que traduce como “pañales”, es decir, que libros incunables serían los impresos mientras el gran invento de la imprenta se hallaba todavía “en pañales”. Probablemente sea más acertado aceptar la etimología según la cual, se trata de los libros producidos por la imprenta mientras ésta se hallaba aún in cunabula, es decir, “en la cuna”. Parte de la confusión a la que el término da lugar tal vez proceda de convertir ese sufijo latino “bula” en el español “able-ible”, que describe toda actividad que es susceptible de producirse, y así, decimos de un hecho que es “posible” (que puede darse), de un candidato que es “presidenciable”, de una ciudadela que es “atacable”, de un comportamiento que es “censurable”, etc. etc. Desde tal punto de vista, habría generado, sin duda, menos confusión haber trasladado la palabra del latín al español masculinizándola como un “incunábulo” o “incunablo”, o haberla dejado simplemente como se hallaba en latín, es decir, como una “incunábula”.
 
            En todo caso, parece ser que el primero que utiliza el término pudo ser Cornelius Beughem en su obra “Incunabula typographiae” (Tipografía en la cuna, tipografía en pañales) bastante tardía, por cierto, desde el punto de vista que aquí nos ocupa, pues data del 1688, más de dos siglos después de la invención de la imprenta, el cual comienza con estas palabras: “Catalogus Librorum Scriptorumque proximis ad inventione Typographia annis” (“Catálogo de los libros escritos cerca de los años de la invención de la tipografía”).
 
            Como quiera que sea, son incunables los libros procedentes de más de un millar de imprentas distribuídas por toda Europa, que pudieron producir unas 35.000 obras distintas.
 
            Las mayores colecciones de incunables del mundo se hallan en la Biblioteca Estatal de Baviera, con más de 18.000 ejemplares, en la Biblioteca Británica y en la Biblioteca Nacional de Francia con más de doce mil. En la Biblioteca Nacional de España en Madrid, entre las quince mejores colecciones del mundo, se hallan unos tres mil trescientos incunables.
 
            Y sin más por hoy sino desearles una vez más que hagan mucho bien y que no reciban menos, me despido de Vds. hasta mañana con algún otro tema nuevo con el que espero capturar un día más su atención.
 
 
            ©L.A.
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