Porque San Pablo dijo: nos hemos hecho necios por Cristo
6 santos locos que escandalizaban con sus gestos proféticos en Rusia: para admirar, más que imitar
La editorial Ciudad Nueva ha recuperado un clásico que divulga en lenguaje sencillo y con textos breves la espiritualidad mística del cristianismo ruso. Se trata de Los grandes místicos rusos, de Tomás Spidlik, escrito en 1977, cuando lo que el mundo veía no era Rusia sino la URSS, el Telón de Acero, los misiles y la Guerra Fría.
Spidlik, jesuita checo, creado cardenal en 2003, desde el Pontificio Instituto Oriental y el Centro Aletti de Roma, intentó toda su vida divulgar en Occidente los tesoros espirituales del cristianismo oriental. Que este libro se siga leyendo con frescura 40 años después muestra su eficacia en ese cometido.
El libro clasifica a los santos y personajes que presenta en varias categorías, cada una con su capítulo: los mártires como San Boris y San Gleb (no a manos de infieles, sino de parientes perversos), los primeros monjes, los obispos santos, los príncipes modélicos (como San Alexander Nievski o el príncipe Volodimer), los ermitaños, los místicos austeros de la hesicastia, los startsy o padres espirituales y los filósofos y pensadores (Chaadayev, Jomiakov, Dostoyevski, Soloviev y otros).
Pero quizá la categoría más peculiar sea la de los “locos de Dios” o “santos locos”, los llamados “yurodivye”. En la breve introducción del libro que escribe el padre Pablo Cervera, director de la Revista Magníficat, los describe como “verdaderos hippies o contestatarios que reaccionan violentamente contra la hipocresía de las instituciones que se dicen cristianas”.
Hacerse necio por el Reino… y libre
En el siglo XVI la espiritualidad no ya cristiana, sino monástica (era monástico el vocabulario, el estilo, las aspiraciones, la organización) lo empapaban todo en la vida social y civil rusa, un clericalismo estatalista rígido, con el zar como abad del reino que era visto como un gran monasterio.
En este contexto aparecen los “yurodivye”, que a menudo eran laicos que enviudaban o simplemente abandonaban sus asuntos terrenales para no sólo renunciar a la familia, comodidad o riquezas, sino al buen nombre y a toda seguridad. A menudo presentaban un aspecto sucio o estrafalario, se acercaban a los poderosos –incluyendo clérigos importantes o el mismo zar- y les proclamaban verdades impopulares y hasta escandalosas. Vivían en ciudades, no en la soledad del campo, pero necesitaban soledad para su vida espiritual, así que fingían estar locos, y a veces negaban entender el idioma de sus conciudadanos y se hacían pasar por extranjeros.
Cuando alguno de estos locos llega a los altares, la liturgia oriental los recuerda así: “Después de escuchar las palabras de tu apóstol Pablo, ‘nos hemos hecho necios por Cristo’, tu siervo N. se hizo loco para el mundo”.
En la vida de uno de estos santos , San Simeón Salos, se plantea que las leyes existen para proteger al hombre de la ofuscación que causa el pecado en su corazón, pero que un corazón puro no necesitaría leyes escritas. Expuesto así, es abrir la puerta a muchos excesos, pero la filosofía tras los “locos de Dios” es que el Espíritu Santo habla en el corazón, da libertad frente a las convenciones, y se goza en el hombre libre.
Como los profetas del Antiguo Testamento, y como San Juan Bautista, que vestían de formas extrañas e imprecaban a los poderosos con gestos llamativos, así surgieron varias figuras que alcanzaron notoriedad. Vamos a señalar 6 de ellas.
1. Procopio de Ustiug: desnudo en el frío
Para demostrar un corazón puro como Adán, Procopio iba desnudo como él. El frío clima ruso no le ayudaba, pero él se negaba a ponerse ropa y buscaba calor entre los perros, aunque ellos salían huyendo. Una vez un ángel lo tocó con una ramita del paraíso y ya nunca sintió frío ni calor, pero seguía sintiendo las pedradas y golpes que a veces le daban, por ejemplo cuando intentaba dormir en el pórtico de una iglesia. Lo soportaba todo con la paciencia alegre del enamorado de Cristo. Murió en 1302 y vivió sobre todo en Novgorod aunque había llegado de otra ciudad.
2 y 3. Nicolás y Teodoro de Novgorod: peleas en el puente
Vivieron en esta ciudad en el siglo XIV, pero cada uno a un lado distinto del río Voljov. Los habitantes de una orilla y los de la otra se llevaban muy mal. Como gesto profético de denuncia, a menudo ambos santos locos quedaban en el puente sobre el río para enzarzarse a golpes y arrojarse el uno al otro al agua. Luego volvían cada uno a su lugar. Muchos ciudadanos entendían, avergonzados, que así los santos “predicaban” contra los absurdos odios que dividían la ciudad.
4. Basilio de Moscú: escupir a los templos
Las cúpulas de colores de la iglesia de la Plaza Roja de Moscú están dedicadas a su santo loco y patrón, Basilio, muerto en 1550. Escandalizó a la ciudad destrozando un venerado icono de la Virgen porque en una esquina veía pintado un demonio: que huyera o estuviera vencido no era bastante para él. Escupía a las paredes exteriores de las iglesias, porque decía que las veía cubiertas de demonios, furiosos por no poder entrar en el templo. Se colocaba en las entradas de casas de pecado y besaba llorando sus paredes y puertas diciendo que allí esperaban tristes los ángeles de la casa, expulsados por la impiedad del interior.
5. Nicolás de Pskov: frenando a Iván el Terrible
Dice la leyenda que cuando el zar Iván el Terrible conquistó Pskov en 1570 se preparaba para organizar una terrible represalia sobre los pobladores. Justo cuando salía de celebrar la victoria en el templo con oración, se saltó delante el loco Nicolás y le ofreció carne cruda para comer. “Soy cristiano y no como carne en cuaresma”, respondió el zar, cruel pero sistemático en sus ayunos. “¡Pero sí te bebes la sangre de los cristianos!”, le respondió el santo loco. Al parecer aquello hizo recapacitar al zar que renunció a las masacres previstas.
Santa Ksenia de Petersburgo, en un icono moderno
6. Ksenia de Petersburgo: con ropas de hombre
Ksenia de Petersburgo es un ejemplo de “loca de Dios” mujer, y más moderna, del siglo XVIII. Era de familia burguesa y pudiente, pero al enviudar decidió vestirse con ropas de hombre, hacerse llamar “Andrés” y vivir en las calles trabajando en secreto para los demás. Por las noches, oraba bendiciendo la ciudad volviéndose a los cuatro puntos cardinales. También bendecía a los recién nacidos y los cocheros estaban convencidos de que aportaba bendiciones a sus carruajes y le pedían que viajase con ellos al menos un tramo. Se le atribuía sabiduría sobrenatural, la predicción de la muerte de la zarina y la curación milagrosa del zar Alejandro III colocando tierra de su tumba bajo su almohada.
Los locos vistos desde hoy
Spidlik, escribiendo desde 1977, considera que “en estos locos por Cristo encontramos los verdaderos rasgos de la ascética cristiana. Pero es difícil llevar a cabo una valoración ajustada a la realidad, pues no hay biografías críticas, y los relatos y leyendas populares desfiguran tal vez su verdadero rostro histórico. Sin embargo, de acuerdo con los datos que poseemos, podemos afirmar que la santidad cristiana se encuentra oscurecida en ellos por falta de discreción. Ya San Juan Clímaco advertía que, sin la prudencia, aun las grandes virtudes pueden convertirse en vicios. Por su parte, San Basilio el Grande pone en guardia con toda severidad contra los peligros de una vida singular, sobre todo si se desprecian los consejos de los demás (Regulae fusius tractatae, 7)”.
Doce años después de escribir el libro, se hundió el Muro de Berlín, las ideologías monolíticas se reconvirtieron en conglomerados vaporosos de eslóganes y consumismo y el individualismo se implantó en todo Occidente en una extraña connivencia con lo políticamente correcto. Quizá en esta época donde hasta las tribus urbanas desaparecen, reconstituidas apenas en hípsters que son un nuevo estándar, la autenticidad de nuevos “locos de Dios” podría resultar, de nuevo, profética y transformadora.
(Los grandes místicos rusos, de Tomás Spidlik, una buena introducción a la espiritualidad oriental, aquí)
En el vídeo, unos fragmentos de la película "Andrei Rublev" de 1966 en los que se proclaman diversos pasajes de la Biblia; para muchos de sus espectadores soviéticos era la primera vez que podían acceder a estas palabras
Spidlik, jesuita checo, creado cardenal en 2003, desde el Pontificio Instituto Oriental y el Centro Aletti de Roma, intentó toda su vida divulgar en Occidente los tesoros espirituales del cristianismo oriental. Que este libro se siga leyendo con frescura 40 años después muestra su eficacia en ese cometido.
El libro clasifica a los santos y personajes que presenta en varias categorías, cada una con su capítulo: los mártires como San Boris y San Gleb (no a manos de infieles, sino de parientes perversos), los primeros monjes, los obispos santos, los príncipes modélicos (como San Alexander Nievski o el príncipe Volodimer), los ermitaños, los místicos austeros de la hesicastia, los startsy o padres espirituales y los filósofos y pensadores (Chaadayev, Jomiakov, Dostoyevski, Soloviev y otros).
Pero quizá la categoría más peculiar sea la de los “locos de Dios” o “santos locos”, los llamados “yurodivye”. En la breve introducción del libro que escribe el padre Pablo Cervera, director de la Revista Magníficat, los describe como “verdaderos hippies o contestatarios que reaccionan violentamente contra la hipocresía de las instituciones que se dicen cristianas”.
Hacerse necio por el Reino… y libre
En el siglo XVI la espiritualidad no ya cristiana, sino monástica (era monástico el vocabulario, el estilo, las aspiraciones, la organización) lo empapaban todo en la vida social y civil rusa, un clericalismo estatalista rígido, con el zar como abad del reino que era visto como un gran monasterio.
En este contexto aparecen los “yurodivye”, que a menudo eran laicos que enviudaban o simplemente abandonaban sus asuntos terrenales para no sólo renunciar a la familia, comodidad o riquezas, sino al buen nombre y a toda seguridad. A menudo presentaban un aspecto sucio o estrafalario, se acercaban a los poderosos –incluyendo clérigos importantes o el mismo zar- y les proclamaban verdades impopulares y hasta escandalosas. Vivían en ciudades, no en la soledad del campo, pero necesitaban soledad para su vida espiritual, así que fingían estar locos, y a veces negaban entender el idioma de sus conciudadanos y se hacían pasar por extranjeros.
Cuando alguno de estos locos llega a los altares, la liturgia oriental los recuerda así: “Después de escuchar las palabras de tu apóstol Pablo, ‘nos hemos hecho necios por Cristo’, tu siervo N. se hizo loco para el mundo”.
En la vida de uno de estos santos , San Simeón Salos, se plantea que las leyes existen para proteger al hombre de la ofuscación que causa el pecado en su corazón, pero que un corazón puro no necesitaría leyes escritas. Expuesto así, es abrir la puerta a muchos excesos, pero la filosofía tras los “locos de Dios” es que el Espíritu Santo habla en el corazón, da libertad frente a las convenciones, y se goza en el hombre libre.
Como los profetas del Antiguo Testamento, y como San Juan Bautista, que vestían de formas extrañas e imprecaban a los poderosos con gestos llamativos, así surgieron varias figuras que alcanzaron notoriedad. Vamos a señalar 6 de ellas.
1. Procopio de Ustiug: desnudo en el frío
Para demostrar un corazón puro como Adán, Procopio iba desnudo como él. El frío clima ruso no le ayudaba, pero él se negaba a ponerse ropa y buscaba calor entre los perros, aunque ellos salían huyendo. Una vez un ángel lo tocó con una ramita del paraíso y ya nunca sintió frío ni calor, pero seguía sintiendo las pedradas y golpes que a veces le daban, por ejemplo cuando intentaba dormir en el pórtico de una iglesia. Lo soportaba todo con la paciencia alegre del enamorado de Cristo. Murió en 1302 y vivió sobre todo en Novgorod aunque había llegado de otra ciudad.
2 y 3. Nicolás y Teodoro de Novgorod: peleas en el puente
Vivieron en esta ciudad en el siglo XIV, pero cada uno a un lado distinto del río Voljov. Los habitantes de una orilla y los de la otra se llevaban muy mal. Como gesto profético de denuncia, a menudo ambos santos locos quedaban en el puente sobre el río para enzarzarse a golpes y arrojarse el uno al otro al agua. Luego volvían cada uno a su lugar. Muchos ciudadanos entendían, avergonzados, que así los santos “predicaban” contra los absurdos odios que dividían la ciudad.
4. Basilio de Moscú: escupir a los templos
Las cúpulas de colores de la iglesia de la Plaza Roja de Moscú están dedicadas a su santo loco y patrón, Basilio, muerto en 1550. Escandalizó a la ciudad destrozando un venerado icono de la Virgen porque en una esquina veía pintado un demonio: que huyera o estuviera vencido no era bastante para él. Escupía a las paredes exteriores de las iglesias, porque decía que las veía cubiertas de demonios, furiosos por no poder entrar en el templo. Se colocaba en las entradas de casas de pecado y besaba llorando sus paredes y puertas diciendo que allí esperaban tristes los ángeles de la casa, expulsados por la impiedad del interior.
5. Nicolás de Pskov: frenando a Iván el Terrible
Dice la leyenda que cuando el zar Iván el Terrible conquistó Pskov en 1570 se preparaba para organizar una terrible represalia sobre los pobladores. Justo cuando salía de celebrar la victoria en el templo con oración, se saltó delante el loco Nicolás y le ofreció carne cruda para comer. “Soy cristiano y no como carne en cuaresma”, respondió el zar, cruel pero sistemático en sus ayunos. “¡Pero sí te bebes la sangre de los cristianos!”, le respondió el santo loco. Al parecer aquello hizo recapacitar al zar que renunció a las masacres previstas.
Santa Ksenia de Petersburgo, en un icono moderno
6. Ksenia de Petersburgo: con ropas de hombre
Ksenia de Petersburgo es un ejemplo de “loca de Dios” mujer, y más moderna, del siglo XVIII. Era de familia burguesa y pudiente, pero al enviudar decidió vestirse con ropas de hombre, hacerse llamar “Andrés” y vivir en las calles trabajando en secreto para los demás. Por las noches, oraba bendiciendo la ciudad volviéndose a los cuatro puntos cardinales. También bendecía a los recién nacidos y los cocheros estaban convencidos de que aportaba bendiciones a sus carruajes y le pedían que viajase con ellos al menos un tramo. Se le atribuía sabiduría sobrenatural, la predicción de la muerte de la zarina y la curación milagrosa del zar Alejandro III colocando tierra de su tumba bajo su almohada.
Los locos vistos desde hoy
Spidlik, escribiendo desde 1977, considera que “en estos locos por Cristo encontramos los verdaderos rasgos de la ascética cristiana. Pero es difícil llevar a cabo una valoración ajustada a la realidad, pues no hay biografías críticas, y los relatos y leyendas populares desfiguran tal vez su verdadero rostro histórico. Sin embargo, de acuerdo con los datos que poseemos, podemos afirmar que la santidad cristiana se encuentra oscurecida en ellos por falta de discreción. Ya San Juan Clímaco advertía que, sin la prudencia, aun las grandes virtudes pueden convertirse en vicios. Por su parte, San Basilio el Grande pone en guardia con toda severidad contra los peligros de una vida singular, sobre todo si se desprecian los consejos de los demás (Regulae fusius tractatae, 7)”.
Doce años después de escribir el libro, se hundió el Muro de Berlín, las ideologías monolíticas se reconvirtieron en conglomerados vaporosos de eslóganes y consumismo y el individualismo se implantó en todo Occidente en una extraña connivencia con lo políticamente correcto. Quizá en esta época donde hasta las tribus urbanas desaparecen, reconstituidas apenas en hípsters que son un nuevo estándar, la autenticidad de nuevos “locos de Dios” podría resultar, de nuevo, profética y transformadora.
(Los grandes místicos rusos, de Tomás Spidlik, una buena introducción a la espiritualidad oriental, aquí)
En el vídeo, unos fragmentos de la película "Andrei Rublev" de 1966 en los que se proclaman diversos pasajes de la Biblia; para muchos de sus espectadores soviéticos era la primera vez que podían acceder a estas palabras
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