La república masónica catalana
No es ninguna casualidad que Barcelona, la más masonizada de las grandes ciudades españolas, sea un erial laicista, cuya religiosidad católica está bajo mínimos, mientras las autoridades apoyan la expansión islámica en toda Cataluña.
El proceso soberanista, es decir, separatista o independentista catalán está impulsado principalmente por el partido Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), en el que otros, como Convergencia, son más bien “compañeros de viaje” y unos terceros, como la plataforma de la señora Colau, los “tontos útiles” de toda situación convulsa, aunque ellos, estos hijos de Podemos, en su pensamiento bolchevique crean que manipulan a los demás.
Para entender un poco –quizás sólo un poco- el enrevesado y truculento “proceso soberanista catalán”, hay que tener en cuenta la ideología medular de ERC. Además de sus formulaciones retóricas, como republicanismo, separatismo, izquierdismo moderado (socialdemócrata), laicismo, etc., su verdadera esencia es el espíritu masónico que ha dado vida a este partido, desde su mismo nacimiento.
ERC germinó en las logias, siempre abundantes en Barcelona, durante el primer tercio del siglo XX. Era una reacción laicista ante al auge que estaba tomando el catalanismo de carácter tradicional que desembocó en la Lliga, a su vez producto de la frustración que ocasionaron las reiteradas derrotas de las guerras carlistas, en la que los catalanes tuvieron una participación muy activa a favor de los sucesivos pretendientes legitimistas.
Masones fueron los principales dirigentes de ERC, empezando por su precursor, el abogado de buena familia Francesc Layret, y los presidentes que le sucedieron hasta la guerra civil española: el teniente coronel de ingenieros, Francisco Maciá, y el siguiente, el desventurado Luis Companys. Es de suponer que lo fueron y lo siguen siendo los que presidieron ERC desde la transición a esta parte: Ramón Colom, Carod-Rovira y Oriol Junqueras.
Masónica es asimismo la bandera de las cuatro barras de la corona de Aragón encabezada por un triángulo azul en cuyo centro figura una estrella de cinco puntas. De ahí que se la llame la “estelada”, adjetivo de “estel”, estrella en catalán. O sea que en castellano tendríamos que decir “estrellada”, pero como eso suena a castañazo, que será al final lo que se peguen los independentistas, todo el mundo elude la palabra propia del román paladín. Pero se diga como se quiera, lo cierto es que toda bandera con un triángulo en su diseño, es de creación o inspiración masónica (véase las de Cuba, Puerto Rico, Jordania, Jamaica, Guyana, Zimbabwe, etc.), una prueba más del masonismo del catalanismo actual.
No es ninguna casualidad que Barcelona, la más masonizada de las grandes ciudades españolas, sea un erial laicista, cuya religiosidad católica está bajo mínimos, mientras las autoridades apoyan la expansión islámica en toda Cataluña. No significa que se hayan vuelto moros, sino para jorobar a la Iglesia, actitud muy propia de los masones.
Tampoco es de extrañar que el partido Unió Democrática de Cataluña, de raíz democristiana, bajo la batuta de Durán y Lleida se haya “divorciado” de la Convergencia de los Pujol y Artur Más. Durán y Lleida, hombre inteligente, viendo que su socios electorales convergentes se los están merendando una Esquerra crecida y poco amiga de la Iglesia, haya decidido no verse involucrado en la aventura separatista que esta última propicia, y una de cuyas consecuencias pueda ser la total marginación social de la Iglesia y la fe.
¿Ello supone que la sedicente “conferencia episcopal catalana” está reculando en el tema independentista? Desde luego la perspectiva de una república masónica catalana, dirigida por masones, como ERC, y apoyada por los disparatados y cristófobos de Ada Colau, no creo que tranquilice mucho a los mitrados. Aunque de la fiebre nacionalista clerical puede esperarse cualquier disparate, como ya se vio con Setién, Uriarte y los muchos curas que les seguían.
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